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Historia económica UNED 
 
 
 
 
|Bernardos Sanz, Jose U.; Hernández, Mauro y Santamaría Lancho, Miguel. 
 
 
 
GRADO 
 
 
HISTORIA ECONÓMICA. 
TEMA 7. LA DIFUSIÓN DE LA 
INDUSTRIALIZACIÓN (C. 1815-C.1913) 
 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
 UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA 
 
2 
 
 
 
Bajo licencia Creative Commons 
Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual (by-nc-sa): No se permite 
un uso comercial de la obra original ni de las posibles obras derivadas, la 
distribución de las cuales se debe hacer con una licencia igual a la que regula 
la obra original. 
 
 
 
 
Indice 
Tema 7. La difusión de la industrialización (c.1815-c.1913) 
Resultados de aprendizaje 
 
Preguntas iniciales 
 
Contenidos del tema 
7.1 Introducción: tras los pasos de Albión 
7.2 Los países seguidores 
7.2.1 Bélgica, el primer seguidor 
7.2.2 Francia, la excepción a las reglas 
7.2.3 Alemania: un largo proceso de industrialización 
7.2.4 La industrialización temprana fuera de Europa: Estados Unidos 
7.3 Los atrasados en la industrialización 
7.3.1 La periferia europea 
7.3.2 El crecimiento económico en Rusia durante el siglo XIX 
7.3.3 El atraso español 
7.3.4 El pionero asiático: Japón 
7.4 La industrialización y el triunfo del librecambio. La supremacía británica 
7.5 El mundo tras la industrialización 
Resumen 
 
Conceptos básicos 
 
Referencias 
 
 
 
 
 
Historia económica UNED 
 
 UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA 
 
3 
Tema 7. La difusión de la industrialización (c.1815-
c.1913) 
 
 
 
 
 
1. Resultados de aprendizaje 
El estudio de este tema debe capacitarle para: 
1. Discutir la industrialización como proceso de imitación/difusión. 
2. Situar cronológicamente a partir de 1815 los procesos de 
industrialización en el continente, empleando como indicador principal los 
datos de estructura económica. 
3. Caracterizar distintos modelos/pautas de industrialización en Europa: 
primeros seguidores, rezagados y descolgados, a partir de los casos de 
Bélgica, España y Rusia. 
4. Explicar las ventajas de los países seguidores. 
5. Analizar los rasgos principales de la industrialización francesa como 
contramodelo a la británica. 
6. Identificar los problemas de financiación de la industrialización y las 
distintas soluciones adoptadas (autofinanciación, banca de inversión, 
financiación estatal). 
7. Establecer las relaciones entre agricultura e industrialización. 
8. Definir y explicar con ejemplos los conceptos de librecambio y 
proteccionismo, exponiendo los argumentos e intereses que subyacen. 
9. Definir los principales rasgos de la intervención del Estado en los 
distintos procesos de industrialización. 
10. Valorar los avances en la formación de capital humano y su relación 
con el crecimiento económico en este periodo. 
11. Describir los rasgos principales de los primeros procesos de 
industrialización fuera de Europa: EE.UU. y Japón. 
12. Establecer las condiciones de la supremacía británica en el comercio 
mundial y el triunfo del librecambio. 
 
 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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2. Índice 
7.1 Introducción: tras los pasos de Albión 
7.2 Los países seguidores 
7.2.1 Bélgica, el primer seguidor 
7.2.2 Francia, la excepción a las reglas 
7.2.3 Alemania: un largo proceso de industrialización 
7.2.4 La industrialización temprana fuera de Europa: Estados Unidos 
7.3 Los atrasados en la industrialización 
7.3.1 La periferia europea 
7.3.2 El crecimiento económico en Rusia durante el siglo XIX 
7.3.3 El atraso español 
7.3.4 El pionero asiático: Japón 
7.4 La industrialización y el triunfo del librecambio. La supremacía británica 
7.5 El mundo tras la industrialización 
. 
 
 
 
 
 
 
3. Algunas preguntas iniciales 
 
 
• ¿Era la industrialización una carrera donde unos llegan en cabeza y 
otros en el pelotón de cola? 
• ¿Quiénes son los corredores? ¿Países, empresas, regiones, personas? 
• ¿Por qué algunos países no llegaron ni siquiera a empezar a correr? 
• ¿Qué tenía Francia que aun sin industrializarse seguía siendo una 
potencia en Europa? ¿O es que sí se industrializó? 
• En el club industrial ¿sólo admitían blancos? 
• ¿Alguien sabe qué es lo que hay que tener para ser una potencia 
industrial? ¿Banca? ¿Universidades? ¿inventores? ¿obreros? ¿todo 
junto? 
• ¿Cuándo se considera que un país está industrializado? 
• Los factores productivos, ¿importan? 
• En la industrialización, ¿manda la oferta o la demanda? 
 
 
 
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4. Contenidos del tema 
 
 
7.1. Tras los pasos de Albión 
 
Durante muchos años, los estudios sobre la difusión de la industrialización 
se han dedicado a analizar las condiciones o requisitos previos (dotación de 
recursos, transformaciones agrarias, innovaciones científico-técnicas, 
institucionales, financieras, etc.) que debían cumplirse en cada país para 
alcanzar el estadio como nación industrial. Estas condiciones estaban 
relacionadas con los estadios que todo país, siguiendo el modelo británico, 
debía ir superando para lograr el despegue, o take-off, que llevaba al 
crecimiento sostenido, según la expresión de W. Rostow. Sin embargo, esta 
visión resultó doblemente fallida: no funcionaba para explicar los procesos de 
industrialización en los distintos países, y tampoco servía para extraer recetas 
para los países en desarrollo de nuestro tiempo. 
 
Si en el capítulo anterior vimos cómo la Revolución industrial nació en Gran 
Bretaña, en éste analizaremos como los cambios llegaron a algunos países 
europeos, Estados Unidos y Japón. Por evidentes razones de espacio no se 
estudian todos los casos. Sólo los de aquellos países más importantes o más 
significativos por una u otra causa. 
Conviene recordar la distinción entre: 
• revolución industrial: como fenómeno único, que se dio en ciertas zonas 
de Gran Bretaña a partir del siglo XVIII, de paso a una economía basada 
en combustibles fósiles y las máquinas. 
• Industrialización: como proceso de difusión de estas innovaciones a otras 
regiones o países, a través de la imitación/adaptación, que resultan en 
cambios estructurales del mismo tipo que en Gran Bretaña. 
 
En este sentido, parece claro que los “imitadores” de la revolución 
industrial británica podrían tener algunas ventajas, empezando por la 
posibilidad de importar las máquinas e innovaciones, aprovechar la 
cualificación de sus técnicos pero también aprender de sus errores. Alexander 
Gerschenkron desarrolló una interpretación sobre la industrialización tardía 
que señalaba que el atraso económico podía ser en ciertas circunstancias 
una ventaja, que acortaría la duración y reduciría los costes de la 
industrialización a través de varios mecanismos: 
• adoptando las técnicas más novedosas de los países avanzados, 
ahorrándose los costes de las soluciones técnicas intermedias (un 
ejemplo actual es el de los países en desarrollo que carecían de buenas 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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redes de telefonía fija, pero que no tendrán que construirlas, al ser más 
baratas las de telefonía móvil); 
• estableciendo de entrada unidades productivas más grandes con las 
consiguientes economías de escala; 
• gracias a una intervención más activa del Estado o la banca, una vez 
conocido el camino a seguir. 
 
De hecho, según Gerschenkron debería haber una pauta muy distinta entre 
los primeros países industrializados y los más rezagados. Lo cierto es que una 
y otra vez, los análisis se encuentran con pocos factores comunes, 
menos requisitos imprescindibles, muy pocas recetas para la 
industrialización y muchas excepciones a casi cualquier regla que se detecte. 
Francia, como veremos, es la principal, pero ni mucho menos la única.Tabla 7.1. Progreso de la industrialización en Europa (cifras per cápita),1860 
 
 Algodón 
en bruto 
 kgs 
Hierro 
en lingote 
kgs 
Carbón 
kgs 
Vapor fijo 
Instalado 
(cv) 
Línea de 
ferrocarril 
kms 
Reino Unido 15,1 130 2.480 24 44 
Alemania 1,5 13 400 5 21 
Bélgica 2,9 69 1.310 21 30 
Francia 2,5 26 390 5 18 
Suiza 5,6 6 50 3 28 
Austria-Hungría 1,2 9 190 2 10 
Rusia 0,5 4 50 1 1 
 Fuente: S. Pollard (1991: 138). 
 
El primer apartado del tema se refiere a los tres casos de industrialización de 
los seguidores europeos (Bélgica, Francia y Alemania) y también se analizan 
los rasgos principales de la industrialización de los Estados Unidos. A 
continuación observaremos las condiciones de los países rezagados en la 
industrialización y las diferentes pautas en cuanto a resultados, distinguiendo 
los países nórdicos de los mediterráneos, con el caso español como ejemplo. 
Veremos también con detalle el caso ruso, como ejemplo de la industrialización 
en el este europeo, para concluir con la industrialización de Japón. 
 
7.2. Los países seguidores 
 
7.2.1 Bélgica, el primer seguidor 
 
Tradicionalmente se ha considerado a Bélgica como el alumno aventajado 
de Gran Bretaña en la difusión de la industrialización. Sus pautas de 
crecimiento en los sectores modernos –principalmente siderurgia–, la 
transformación del sector agrario y de los transportes y su apertura 
comercial guardan muchas similitudes con el modelo inglés. Pero también 
presentaba grandes diferencias, como el papel que desempeñó el Estado 
en el proceso (mucho más activo que en Gran Bretaña), o la evolución del 
territorio como entidad política hasta su independencia en 1830. 
Historia económica UNED 
 
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La modernización de la economía en los territorios belgas era un hecho en 
las últimas décadas del siglo XVIII. La producción de carbón mineral en la 
zona de Chaleroi, la de textil de algodón en Gante o de lana en Verviers 
estaban adoptando rápidamente las innovaciones británicas. Uno de los 
técnicos más famosos que llegó de Gran Bretaña fue William Cockerill, que 
fabricó maquinaria textil en Verviers y posteriormente, desde 1807, en Lieja. 
Sin embargo, el otro gran sector, el del lino, se encontraba vinculado a la 
tradición protoindustrial, sobre todo en la zona de Flandes, cuya producción se 
generaba en el medio rural a pequeña escala, y se quedó estancado (ver 
capítulo 5.3). 
Por entonces, Bélgica no era un país independiente: hasta 1795 fue un 
conglomerado de territorios con muchas herencias feudales. Entre 1795 y 
1815 quedó incorporado a Francia, lo que le permitió beneficiarse de las 
transformaciones introducidas por legislación revolucionaria y napoleónica, y 
de paso del bloqueo continental (el intento de Napoleón de aislar 
económicamente a Inglaterra, que favoreció a quienes competían con los 
productores ingleses). Entre 1815 y 1830 pasó a formar parte del reino de 
los Países Bajos, hasta la independencia definitiva en 1830. De este modo, 
la demanda creciente de los mercados exteriores permitió una primera fase de 
crecimiento a finales del XVIII, que se truncó tras 1815 y sobre todo en 1830, 
perdiendo los mercados exteriores que había tenido bajo la soberanía francesa 
y posteriormente holandesa. 
 
 Rápidamente, el crecimiento belga se apoyó en la producción de bienes 
intermedios asociados al rápido crecimiento de la siderurgia. Los altos 
hornos introdujeron las técnicas de pudelado y laminado, así como las 
máquinas de vapor. Las ricas cuencas de carbón mineral suministraron 
combustible barato a los centros siderúrgicos enclavados en la zona de 
Chaleroi, donde funcionaban los altos hornos con coque desde los años 20, así 
como en la región de Lieja, donde John Cockerill, hijo de William, instala un 
gran centro siderúrgico y de construcción de maquinaria en Seraing, con más 
de 3.000 trabajadores. Allí se construye la primera locomotora del continente 
en 1835, sólo 10 años después de la de Stephenson. 
 
Las transformaciones institucionales y la iniciativa del Estado 
desempeñaron un importante papel en el modelo belga. En primer lugar 
permitieron la reestructuración del sector agrario, al desamortizar y privatizar 
las propiedades de la Iglesia y de las tierras comunales. De un paisaje de 
multitud pequeñas parcelas campesinas explotadas intensivamente, se pasó al 
predominio de grandes explotaciones agrarias con mano de obra jornalera. 
Como resultado el sector agrario liberó de mano de obra para las nuevas 
industrias urbanas. 
 
Bajo la dominación francesa también se abolieron definitivamente las 
reglamentaciones gremiales. Así comenzaron a formarse empresas de base 
familiar y comanditaria, pero también se permitieron las sociedades por 
acciones. El Estado intervino decisivamente en la inversión directa en la 
industria a través de la creación de la Société Génerale, sociedad bancaria 
fundada en la década de 1820, pero que se consolidó tras la independencia 
como la punta de lanza de las iniciativas en la industrialización. Uno de los 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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8 
principales destinos de la inversión fue la mejora de las infraestructuras, en 
canales navegables y sobre todo el ferrocarril, que cobró un primer impulso 
entre 1834 y 1843 de la mano de la iniciativa pública, dotando a Bélgica de la 
red más densa del continente. Otro banco público que también intervino en 
inversiones industriales fue la Banque de Belgique (1835). 
 
El crecimiento industrial de Bélgica no puede entenderse sin su 
orientación a los mercados exteriores. La pequeña dimensión del país, a 
pesar de la gran densidad de población, limitaba su crecimiento. Pero su 
favorable situación geográfica le permitía acceder a los principales mercados 
europeos. Por ello desde un principio optó por una política librecambista con 
sus vecinos, que le llevó a firmar acuerdos con Francia y el Zollverein en la 
década de 1840. Su crecimiento también está muy vinculado a la llegada de 
técnicos y trabajadores británicos, que habían aplicado las nuevas 
máquinas en los centros industriales, así como las inversiones francesas en 
empresas mineras. 
 
7.2.2 Francia, la excepción a las reglas 
 
El modelo francés ha sido una anomalía a la hora de aplicar las pautas 
seguidas por la industrialización anglosajona. Por una parte, su ritmo de 
crecimiento nunca fue muy rápido, ni tuvo sectores directores o piloto tan 
claramente definidos como Gran Bretaña. Representa para muchos 
historiadores una vía alternativa que llega prácticamente a los mismos 
resultados desde el punto de vista del producto per cápita, y con ventajas 
en términos de bienestar social. 
 
En primer lugar resalta, a diferencia del caso inglés, el lento crecimiento 
demográfico durante todo el siglo, con tasas de natalidad muy inferiores a las 
británicas. Entre 1800 y 1913, Francia pasa de 30 a 41 millones de habitantes, 
es decir apenas un 30% más en tanto que Inglaterra había cuadruplicado su 
población (de 9 a 36,5 millones). El lento crecimeinto de la población está 
relacionado con el modelo agrario, que consolidó unas estructuras de 
propiedad muy repartida, donde la falta de capital para aumentar la 
productividad limitaba el tamaño de las familias, lo que impedía liberar mano de 
obra para otros sectores. Además, la urbanización fue relativamente baja a 
lo largo de todo el siglo; Francia siguió siendo una sociedad 
mayoritariamente rural, rasgo característico de su crecimiento. En 1851 el 
65% de la población activa trabajaba en el sector primario, frente al 22% en 
Gran Bretaña, y todavía en 1906 era más de un 40%. El bajo crecimiento 
demográfico condujo a un elevado nivel de empleo, que se tradujo en una 
progresiva incorporación de la mujer al trabajo en el curso del siglo XIX. 
 
El peso rural de la economía francesa deriva en buena medida de la 
evoluciónde las estructuras agrarias desde fines del siglo XVIII y sobre todo 
de las transformaciones que tuvieron lugar con la Revolución de 1789. Con la 
abolición de los derechos feudales, los antiguos explotadores directos 
(arrendatarios o colonos) de la tierra se convirtieron en propietarios. Aunque 
había grandes variedades regionales, con grandes explotaciones en zonas del 
norte, en general se consolidó una estructura en la que dominaban las 
Historia económica UNED 
 
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9 
explotaciones de pequeña y mediana dimensión, cultivadas por los campesinos 
propietarios (mapa 7.1). Carecían de recursos suficientes para introducir 
nuevos métodos de cultivo, por lo que crecimiento de la productividad fue muy 
pobre (ver tabla 7.2 en su comparación con Inglaterra). Sin embargo, la 
agricultura francesa mantuvo hasta la década de 1860 una relativa 
prosperidad gracias a los precios altos que garantizaban por la política 
proteccionista. 
 
Un tercer factor importante es la dotación de recursos energéticos. En 
Francia, la producción de carbón mineral resultará insuficiente para las 
necesidades interiores, y sus costes de extracción y transporte eran mucho 
mayores que en Inglaterra o Bélgica. Existen algunas cuencas carboníferas 
importantes –Pas de Calais, Normandía– que se explotan desde el siglo XVIII, 
pero el consumo de energía durante las primeras fases está vinculado a 
recursos tradicionales, como el carbón vegetal o la energía hidráulica. El 
aumento de la producción industrial incrementó las necesidades de carbón 
mineral importado, que suponía entre el 25 y 45% del total consumido, que 
siguió siendo bastante inferior a Bélgica o Gran Bretaña (tabla 7.1). 
 
La cuarta característica de la evolución industrial francesa es la ausencia de 
un sector claramente líder o rector de la industrialización. En Francia 
primaban las industrias de bienes de consumo, y destacaba el textil. El 
textil de algodón crece notablemente ya a fines del siglo XVIII, por encima del 
resto de los sectores. Los centros más importantes se encontraban en Alsacia 
(Mulhouse), donde la hilatura se apoyaba en máquinas movidas por fuerza 
hidráulica, y también en Normandía. Al abrirse los mercados exteriores en la 
década de 1860 no pudo hacer frente a la competencia y se estancó. Sin 
embargo, el sector más dinámico fue el de la seda, apoyado en 
innovaciones técnicas que resultaron decisivas para conquistar mercados 
exteriores. Las exportaciones de seda se convirtieron en el primer renglón por 
ingresos en el sector exterior. En la siderurgia, la industrialización francesa 
tiene, además de los problemas asociados con la dotación de carbón mineral, 
unos rasgos marcados por la dispersión geográfica y la pequeña dimensión de 
las instalaciones. Las instalaciones de Le Creusot, que a fines del siglo XVIII 
habían incorporado altos hornos que consumían carbón mineral, eran una isla 
en el mapa de la siderurgia francesa, dominadas por las forjas y hornos que 
utilizan carbón vegetal como combustible. 
 
 
En cuanto a los ritmos del crecimiento, son lentos en la primera mitad del 
siglo, tanto en la industria como en la agricultura. Sin embargo, a partir de la 
década de 1850 se produce un cambio de ritmo, con tres etapas marcadas: 
una primera de expansión hasta 1870, una segunda de crisis y transformación 
hasta 1890 aproximadamente y por fin una fase de rápida innovación y 
crecimiento hasta la primera guerra mundial. 
Historia económica UNED 
 
Mapa 7.1 La explotación directa de la tierra en Francia, 1882 
 
 Fuente: Braudel, F. y Labrousse, E. Dirs. (1976): Histoire économique et sociale de la France, Paris, PUF, tomo III. L’avènement de l’ère industrielle (1789-
années 1880),656 
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Tabla 7.2 Niveles comparados de producción (valor añadido en precios 
corrientes por trabajador) en Francia e Inglaterra 
 
 Francia /Gran Bretaña % 
Período agricultura industria 
1815/1824 70 130 
1825/1834 75 124 
1835/1844 58 135 
1845/1854 55 134 
1855/1864 62 129 
1865/1874 64 137 
1875/1884 50 118 
1885/1894 46 105 
1895/1904 42 85 
Fuente: O'Brien,P. y Keyder, C. (1979): “Les voies de passage vers la société industrielle en 
Grande-Bretagne et en France (1780-1914)”: Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 34e 
année, N. 6,. pp. 1284-1303, tablas 3 y 4. 
 
1850-1870: esta fase comienza un periodo de crecimiento agrario, basado 
tanto a la extensión del área de cultivo –por reducción del barbecho– como en 
la especialización, con el aumento de las explotaciones que combinan el cultivo 
de cereal y plantas forrajeras para el ganado, la expansión del viñedo, la 
remolacha azucarera o las plantaciones de moreras. Parte de los cultivos se 
orienta hacia los mercados, con la consiguiente mejora de las rentas que 
impulsa la demanda. 
La expansión de ferrocarril (una red que alcanza 15.500 km en 1870) 
tiene efectos de arrastre sobre sectores diversos y de articulación e integración 
de las distintas regiones. Estas mejoras de las infraestructuras, con una 
participación parcial del Estado, repercuten en el sector industrial, con tienen 
un papel preponderante del sector de bienes de producción. El crecimiento de 
la red ferroviaria alimenta la demanda de productos siderúrgicos –el convertidor 
Bessemer se introduce en 1858—y la fabricación de locomotoras. La demanda 
interior tira de las manufacturas, con un fuerte crecimiento en el algodón. 
También se observa en esta fase una importante mejora de las tasas de 
inversión industrial, debido también a la implicación del sector financiero. 
Destaca la actividad del Crédit Mobilier, fundado en 1852 por los hermanos 
Pereire, un banco de negocios entre cuyos principales objetivos figuran las 
inversiones a largo plazo, especialmente en ferrocarriles o en el extranjero. No 
obstante, el grueso de la financiación sigue dependiendo en buena medida de 
la reinversión de los beneficios de las empresas. La legislación es aún muy 
restrictiva para la expansión de sociedades anónimas. 
 
Los ritmos de crecimiento obedecen a modelos regionales muy desiguales, 
con un fuerte dualismo entre las regiones dotadas de recursos (sobre todo 
carbón) y que inician una temprana modernización en el Norte o Alsacia, 
frente a las regiones del Oeste y el Sur, dominadas todavía por técnicas 
tradicionales de producción y un peso abrumador del sector agrario. En 
cualquier caso, no quiere decir que la productividad de la industria, en su 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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12 
conjunto, fuera baja, y según algunos autores podría ser superior a la británica 
(tabla 7.2). 
 
Gráfico 7.1 Desarrollo del ferrocarril en Francia, Alemania y Rusia (1840-1910). 
 
Fuente: A. Di Vittorio (2003: 271) 
 
Pero el cambio más importante de la segunda mitad del siglo se opera en 
el comercio exterior, con una orientación hacia el librecambio tras la firma 
del acuerdo con Gran Bretaña en 1860. El llamado tratado Cobden-Chevalier 
rebajaba los aranceles de las manufacturas inglesas, principalmente textiles, 
así como de la hulla y el hierro; Inglaterra por su parte recibiría sin tasas 
artículos de seda, moda, frutas y otros productos; y rebajaría los aranceles de 
los vinos franceses. Además se aplicaría la cláusula de nación más 
favorecida, que estipulaba que un acuerdo más favorable de uno de los 
firmantes con un país tercero se aplicaría automáticamente en el otro. Tratados 
similares se firmaron en los años siguientes con Bélgica, el Zollverein, Suiza, 
España, Países Bajos y Portugal. Los efectos fueron inmediatos, ya que el 
comercio exterior, que representaba el 29% del producto bruto en 1860 pasó al 
41% en 1870 y la balanza comercial casi siempre fue excedentaria entre 1851 
y 1876. 
 
1870-1890: Esta fase está marcada por losefectos de la guerra 
francoprusiana (1870-1871) que acaba con la derrota francesa y la pérdida 
de Alsacia y Lorena, dos de los polos industriales más avanzados que se 
incorporan a Alemania, junto con el pago de una cuantiosa indemnización. A 
esto se suman los efectos de la depresión de 1873 y de la liberalización 
arancelaria, con un descenso en el ritmo de crecimiento económico y la 
acentuación de problemas en el sector agrario (plagas en los gusanos de seda, 
importaciones de cereales de ultramar, crisis de la filoxera en el viñedo), que se 
traduce en la merma de la renta de muchos pequeños agricultores. Esta 
situación frena aún más el crecimiento demográfico. Así, a la atonía 
Historia económica UNED 
 
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13 
resultante en la demanda interna se suma otro problema grave de la 
industria: la escasez y los altos costes del carbón, importado casi en un 
tercio del consumo. El capital se dirigía más hacia el exterior que al fomento de 
la industria interna. Un efecto compensador, sin embargo, vendrá de la mano 
de los planes del Estado en obras públicas (plan Freycinet de 1879), que 
supone un aumento del gasto público y frena la caída de la demanda industrial, 
al estimular la construcción de nuevas vías férreas. 
 
1890-1914: El panorama se transforma en las dos décadas anteriores a la 
Primera Guerra Mundial, cuando la vuelta al proteccionismo a partir del 
arancel Méline (1892) ayuda a recobrar parte del vigor del sector agrario y 
del mundo rural, donde todavía habita la mitad de la población. Esta nueva 
fase, aun contando con los problemas estructurales como el elevado coste 
energético, está caracterizada por el crecimiento de los nuevos sectores de 
la denominada segunda revolución industrial (tema 8), con una fuerte 
componente de innovación, como el eléctrico, químico o la automoción. El 
desarrollo de la energía hidroeléctrica permite alterar el mapa de localización 
industrial, con la posibilidad de llevar la nueva energía a grandes distancias. 
Aunque hay progresos en la concentración fabril no se puede olvidar que 
buena parte de la producción sigue ligada a empresas de menos de 10 
trabajadores. 
A pesar del rebrote del proteccionismo, durante este periodo se observa 
una mayor integración en la economía internacional, con un sensible 
aumento del comercio exterior. Es sintomática la intensificación de las 
relaciones franco-británicas, donde Francia consigue un excedente comercial 
derivado de las exportaciones de manufacturas y productos orientados a una 
demanda de calidad, mientras que Gran Bretaña exporta materias primas 
(principalmente carbón) y bienes semiacabados. 
 
 
7.2.3 Alemania: un largo proceso de industrialización 
 
Alemania suele considerarse el último caso de la primera oleada 
industrializadora europea. En realidad, esta apreciación es algo engañosa. 
Alemania no fue un país unificado hasta 1870; a comienzos del siglo XIX su 
territorio era un conglomerado de estados independientes entre los que 
destacaba el reino de Prusia. El proceso de unificación culminó por tanto en el 
último tercio del siglo con la constitución del Imperio alemán, cuando el 
crecimiento económico industrial era ya un hecho. 
Por este motivo, aunque las transformaciones económicas venían del siglo 
XVIII, la inexistencia de un mercado interior, con aranceles y monedas 
distintos, condicionó el desarrollo en la primera mitad del siglo XIX. 
Había además otras diferencias importantes entre los territorios alemanes: 
estructuras agrarias muy distintas entre el Oeste y el Este, y tradiciones 
manufactureras con territorios donde pervivían las reglamentaciones gremiales 
y otros en los que dominaba la industria rural o la industria siderúrgica 
dispersa, como en Sajonia, Silesia o Westfalia. 
 
El inicio del proceso de modernización, por tanto, vino de la mano de la 
eliminación de los antiguos vestigios del Antiguo Régimen. Con la 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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14 
invasión napoleónica se aplicaron en Prusia los decretos de 1807 y 1811 
que abolían la servidumbre, que existía principalmente en la zona del este, y 
permitían el acceso de los campesinos a la propiedad agraria. Estos decretos 
permitieron a los antiguos señores –junkers– consolidar sus propiedades y 
abrirse a los mercados, aplicando sistemas modernos de gestión e 
introduciendo nuevos cultivos, como la patata, o la remolacha azucarera. La 
combinación de plantas forrajeras y cereales permitió reducir los barbechos e 
incrementar la cabaña ganadera. En Prusia estos cambios hacen que en la 
década de 1880 el barbecho solo afecte a una quinta parte de las fincas, 
cuando a comienzos de siglo cubría la mitad. También se produjo una 
importante ampliación de la superficie cultivada con la privatización de 
terrenos comunales. En el Oeste sin embargo predominaban explotaciones 
mas reducidas, con un amplio sector de pequeños y medianos campesinos 
propietarios. Las mejoras de productividad y los nuevos métodos de 
explotación permitieron un importante aumento del producto agrario, que 
contribuyó a proveer de alimentos a una población creciente e incluso obtuvo 
un margen para la exportación de productos agropecuarios (cereales, lana, 
etc.), ingresos exteriores que servían en parte para saldar las compras de de 
tecnología y maquinaria moderna. 
El verdadero impulso de la industrialización alemana viene ligado a la 
formación de un gran mercado interior entre las décadas de 1830 y 1850. 
Esta se realizará a través de la unificación arancelaria con el 
establecimiento del Zollverein (unión aduanera) a partir de 1834, la 
unificación monetaria y el desarrollo de la red de transportes. 
 
Mapa 7.2. El Zollverein alemán (1834-1871) 
 
Fuente: Wikipedia (Zollverein) 
 
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15 
 
El Zollverein se llevó a cabo a iniciativa de Prusia, que desde 1818 elimina 
los aranceles interiores entre sus territorios y favorece la integración de los 
Estados vecinos, aplicando aranceles moderados. La unión aduanera termina 
agrupando a la mayor parte de los territorios alemanes en 1834, aunque con 
posiciones encontradas en lo tocante a los aranceles exteriores. Algunos 
estados, como Baviera o Sajonia, eran partidarios del proteccionismo para 
defender sus industrias locales, mientras que otros (Prusia y los estados 
marítimos del norte) eran partidarios de aranceles más bajos, que favorecían 
una mayor apertura. Las ideas de Friedrich List sobre la protección a las 
industrias nacientes justificaban a los primeros, pero finalmente Prusia impuso 
su criterio con una política de apertura exterior. 
Alemania contaba con varios sistemas monetarios que quedaron reducidos 
progresivamente a dos principales, la zona del gulden que agrupaba a los 
Estados del sur, y la del tálero de los del norte. En 1838 se reconocía el cambio 
fijo entre el gulden y el tálero, de modo que se daba un paso decisivo hacia una 
moneda única, aunque esta no se materializará hasta 1871 con el 
establecimiento del marco. 
Estos procesos se complementaron con el rápido desarrollo de las 
infraestructuras de transporte que vinieron de la mano del ferrocarril, cuyo 
primer impulso entre 1835 y 1845 le permitió poner en funcionamiento más de 
2.000 km que enlazan importantes centros urbanos. El Estado prusiano tomó 
la iniciativa para acelerar el ritmo de expansión de la red garantizando a las 
compañías un interés mínimo de los títulos que emiten y desde 1847 es el 
mismo Estado quien financió directamente líneas menos rentables. En 1850 se 
habían puesto en funcionamiento 5.800 km de red ferroviaria, mientras que en 
Francia disponían sólo de 3.000. Las primeras líneas se equipan todavía con 
raíles británicos, más baratos que los alemanes. Junto a ello también se 
impulsó la navegación fluvial,y las obras de canalización que permitieron el 
crecimiento de la navegación interior. En estas fechas las principales ciudades 
quedaron enlazadas bien por canales fluviales o bien por ferrocarril. 
 
La formación de un gran mercado interior está ligada al descenso de los 
precios del transporte, que facilita los intercambios regionales y el impulso de la 
demanda para los productos industriales. El ferrocarril, aunque en principio 
se construyó con materiales importados, tuvo más tarde un efecto de 
arrastre sobre el sector minero-siderúrgico doméstico, como demandante 
de combustible y productos de hierro, así como de máquinas de vapor. Ello 
estimuló la expansión de la minería de carbón en las cuencas tradicionales, 
como Silesia o el Sarre, y sobre todo en el Ruhr, que contaba con grandes 
reservas de excelente carbón en yacimientos más profundos, hasta entonces 
no explotados por problemas técnicos. La introducción de máquinas de vapor 
más eficientes y la inversión de capitales incrementaron rápidamente la 
producción de carbón y asimismo comenzó a instalarse en esta zona una 
moderna siderurgia, orientada principalmente a la demanda ferroviaria. La 
aplicación desde la década de 1850 del proceso Bessemer de fabricación de 
acero disparó la producción. También ligado a la expansión ferroviaria estuvo 
el crecimiento de la industria mecánica en centros urbanos, como Berlín, 
donde aparecen empresas especializadas en la construcción de locomotoras, o 
Chemnitz. 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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16 
El papel del Estado 
 
 Las primeras historias de la industrialización resaltaban, apoyándose en un 
supuesto modelo británico, que lo más beneficioso para el éxito del proceso 
era que el Estado interviniera poco o nada: laissez-faire, laissez-passer, le 
monde va de lui même, era la máxima que amparaba ese no-intervencionismo. 
Lo cierto es que casi nadie sostenía esa postura extrema: ni siquiera Adam 
Smith, de quien se suele decir erróneamente que limitaba el papel de las 
autoridades públicas a garantizar la propiedad privada, y la seguridad interior y 
exterior (defensa, policía y justicia). 
 Con el tiempo y más estudios, resultó que ni la actitud de las autoridades 
británicas había sido tan abstencionista (regularon el comercio exterior e 
interior, el mercado financiero, promovieron infraestructuras, vigilaron las 
condiciones sanitarias y laborales, etc.), ni la intervención del Estado en otras 
industrializaciones había sido siempre negativa. Explicaciones como las de 
Gerschenkron justifican su eficacia para impulsar la industrialización en países 
atrasados, y más tarde las tesis de los autores institucionalistas, como 
Douglass North, nos han recordado la importancia de un marco institucional 
estable para la buena marcha de la economía. 
 La intervención estatal en los procesos de industrialización se centró en: 
 la creación de un marco jurídico estable y favorable a los negocios y la 
iniciativa privada. En este sentido, las reformas agrarias liberales 
emprendidas en muchos países son una pieza clave de la industrialización. 
 actividades de fomento: inversiones en infraestructuras o educación, 
regulación del comercio exterior mediante aranceles (que favorecen a 
algunos sectores), subvenciones o beneficios fiscales a ciertos sectores , 
regiones o empresas, pedidos públicos a determinadas empresas, etc. 
 regulación de actividades económicas o mercados de bienes o 
factores; es muy habitual la legislación laboral, fijando a veces topes 
salariales, pero también límites de edad o de horas semanales. También la 
regulación de los mercados de alimentos (con precios máximos y 
prohibiciones de exportar, por ejemplo) eran muy habituales. 
 Intervención directa en actividades productivas, creando empresas o 
nacionalizando otras, como medio de crear industrias consideradas 
estratégicas o que se quieren que funcionen como modelo para un sector. 
Dependiendo de cómo se ejerciesen, estas funciones podían resultar 
beneficiosas o dañinas, o incluso ser positivas a corto plazo (un arancel 
protector para una industria naciente) y dañinas a largo plazo (si se prolongan 
en el tiempo). Por otro lado, otras actividades del Estado, y muy especialmente 
la guerra, podían tener efectos muy directos sobre la economía. 
 Por último, a la hora de considerar el papel del Estado debemos tener en 
cuenta los medios. Cuando contaban con una hacienda saneada, podían 
invertir directamente en actividades de fomento, creación de industrias o 
promoción de las exportaciones. Sin embargo, si la situación hacendística no 
era tan saneada, como solía ocurrir, la intervención estatal se producía más 
por la vía de la legislación, que no siempre surtía los efectos deseados. Los 
déficits prolongados de los Estados, además, podían tener efectos muy 
negativos, impidiendo rebajas y racionalizaciones de los impuestos, 
encareciendo los capitales y recortando la capacidad de inversión pública. 
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17 
Este primer esfuerzo industrial, centrado en el ferrocarril y los sectores de 
bienes de producción habían requerido desde el comienzo importantes 
dotaciones de capital. Para ello fue crucial la constitución de sociedades 
financieras y bancos orientados a la inversión industrial que se 
establecieron desde la década de 1840 bajo la forma de sociedades anónimas. 
Es el comienzo de la “banca universal”, llamada así porque combinaba el 
crédito en los negocios comerciales a corto plazo y la financiación a largo 
plazo de proyectos industriales. Es el caso por ejemplo del Berliner Diskonto-
Geselleschaft, fundado en 1851 o el Darmstadter Bank en 1853. Esta 
vinculación entre banca e industria permitirá un mejor acceso al ahorro que 
contribuirá al aumento de la tasa de inversión industrial. 
A partir de mediados del siglo se inicia una fase de rápido crecimiento, 
donde el proceso de sustitución de importaciones se une a la 
modernización creciente de los distintos sectores productivos. El sector 
agrario conoce un notable aumento de productividad (gráfico 7.2) que libera un 
importante excedente de mano de obra campesina que alimentará el 
despegue industrial del periodo. El aumento de las rentas y la capitalización de 
las explotaciones convierten al sector agrario en un importante mercado para 
los productos industriales. De igual modo, el excedente agrario en la balanza 
comercial sirve para obtener mercancías. En 1846 la población activa agraria 
era del 56,8% mientras que en la industria se empleaba el 23,6%. En 1871 la 
relación era del 49,3% en la agricultura y el 28,9 en la industria. 
 
Gráfico 7.2 Producción agraria per cápita, población ocupada en la agricultura 
y población total en los territorios alemanes (1846-1869) 
 
Fuente: Elaboración propia a partir de M. Hau (1994: 26) y T Pierenkemper (2001:103 y 106) 
 
Es el momento en que comienza a expandirse el sector líder por 
antonomasia de la industria alemana: el minerosiderúrgico con la creciente 
extracción de carbón de la cuenca del Ruhr, donde se forma el mayor 
complejo siderúrgico alemán. Este crecimiento viene de la mano de la 
constitución de sociedades como Krupp o Siemens, y un movimiento inversor 
que tiene como principal destino el sector ferroviario y la industria de 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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18 
maquinaria. La aplicación del proceso Bessemer se realizará al mismo tiempo 
que en Gran Bretaña, La extensión de las líneas férreas crece de los más de 
5.800 km construidos en 1850 a más de 11.000 en 1860 y alcanza casi 19.000 
diez años después. En este último periodo, casi la totalidad del material 
utilizado es de producción interior. 
 
 
Siderurgia y proceso Bessemer 
 
Hierro y acero son materias primas básicas en cualquier proceso deindustrialización: comparado con el hierro colado, el acero, una aleación de 
hierro y pequeñas proporciones de carbono, es más duro, aunque menos 
dúctil, resiste mejor la corrosión y se presta mejor a la soldadura. Como suele 
ocurrir, también es más difícil y caro de obtener. 
La importancia del invento de Henry Bessemer (el segundo de una saga 
de inventores ingleses, que lo patentó en 1855) es que fue el primer proceso 
que abarató la obtención de acero a partir del arrabio (pig iron: el hierro 
fundido que sale del alto horno). El convertidor consistía básicamente en un 
enorme horno en forma de pera, forrado de una capa de arcilla, que podía 
inclinarse para cargar la materia prima y verter el acero, y dotado de una serie 
de conductos que permitían inyectar aire en grandes cantidades. Esto 
producía la oxidación del hierro fundido, eliminando impurezas y obteniendo 
así el acero. 
El proceso tenía alguna complejidad química y no se adaptaba igual de 
bien a todos los tipos de hierro, lo que hacía necesario agregar a la fundición 
algún otro mineral. Estos problemas hicieron que las primeras fundiciones que 
emplearon la patente de Bessemer no dieran buenos resultados. Así que el 
inventor mismo construyó una fundición, y en unos años comenzó a producir 
cantidades importantes, a un coste muy inferior al de la competencia: de unas 
40 £ por tonelada a 7£. De este modo, el acero comenzó a emplearse 
masivamente en la construcción, las industrias metal-mecánicas y el 
transporte. 
 
 
En la década de 1850 se han conformado las bases del despegue industrial 
alemán, caracterizado por el peso de los sectores de bienes de capital en la 
estructura industrial, apoyados en la abundante dotación de carbón mineral que 
ha favorecido el desarrollo de la siderurgia y las construcciones mecánicas. Los 
sectores de bienes de consumo, comenzando por el textil quedan más 
rezagados en su crecimiento: a pesar de su modernización, el sector 
algodonero no tiene apenas un peso significativo, y está muy expuesto a la 
competencia británica. Es el sector lanero, mucho más extendido, el que 
mantiene una posición de privilegio apoyado en la modernización del hilado y el 
tejido. 
La consolidación del crecimiento industrial tiene lugar entre 1871 y 
1914, con varios rasgos característicos. En primer lugar el peso de la 
innovación y el desarrollo técnico. Los territorios alemanes habían 
desarrollado desde el siglo XVIII un sistema educativo basado en la extensión 
de la educación primaria gratuita y una educación secundaria orientada a la 
formación técnica y profesional. Al mismo tiempo se había producido una 
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19 
transformación de la educación superior, con universidades que daban gran 
peso a la ciencia y la tecnología. Estas condiciones permitieron contar con una 
mano de obra alfabetizada y preparada para distintos sectores productivos, así 
como ingenieros y técnicos altamente cualificados. 
 
Gráfico 7.3 Evolución del Producto Nacional Bruto alemán (1850-1910) 
 
Fuente: N.J.G. Pounds (2000: 475) 
 
Tabla 7.3 Indicadores económicos y población. 1911 
Países 
Población 
(millones) 
Acero 
(millones 
Tm) 
Energía eléctrica 
(miles 
milones.kWh) 
Ácido 
sulfúrico 
(miles Tm.) 
Gran Bretaña 41 7,8 3 1.082 
Francia (a) 39 4,7 2,1 900 
Alemania 65 17,6 8,8 1.500 
Imperio Austro-Húngaro 65 2,6 1 350 
Italia 35 0,9 2,2 596 
Rusia 122 4,9 2 275 
Estados Unidos 98 30 43,4 2.500 
Japón 52 s.d. 1,5 s.d 
(a) Sin Alsacia y Lorena; datos de ácido sulfúrico para GB y Francia, de 1913 
Fuente: Di Vittorio (ed.), (2003: 254) 
 
Este capital humano sirvió para acelerar el impulso industrial alemán 
no sólo en los sectores que ya desarrollados, como la siderurgia, sino en los 
más novedosos, la electricidad y la química, resultado de los avances de la 
segunda revolución industrial, con sinergias y efectos de arrastre que facilitaron 
un rápido crecimiento (gráfico 7.3). Es por ejemplo, el caso de la aplicación del 
proceso Gilchrist Thomas de producción de acero barato, que permitió utilizar 
las menas de hierro con fósforo de la cuenca de Lorena, recientemente 
adquiridas por Alemania y que incrementaron rápidamente la producción. Pero 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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20 
enseguida despega también el sector metalúrgico, asociado a los procesos de 
innovación en química (abonos, tintes) e ingeniería. Al mismo tiempo la 
electricidad cobra auge y se crean empresas como AEG. 
 
El aumento de las necesidades de financiación de los nuevos sectores 
estrecha los lazos entre banca e industria y favorece las formas de 
concentración empresarial, como los cárteles, que se extienden en el sector 
minero y siderúrgico, con fórmulas de integración horizontal que facilitan el 
control del mercado interior, para evitar la caída de precios. Al mismo 
tiempo, esta concentración permite economías de escala y aumentos de 
productividad que facilitan la venta de los productos en el exterior, de 
modo que la venta de productos manufacturados supera a la de materias 
primas y alimentos. Alemania se había convertido en la segunda nación 
industrial por detrás de los Estados Unidos y conseguía hacerse con 
importantes mercados exteriores para sus manufacturas. 
 
7.2.4. La industrialización temprana fuera de Europa: Estados Unidos 
 
 El primer país situado fuera de Europa en dar el salto industrializador fue 
Estados Unidos, apoyado en una enorme dotación de recursos naturales y 
la gran extensión de su territorio, escasamente poblado al inicio. El país 
conoció a la largo del siglo XIX una gran expansión demográfica resultado 
fundamentalmente de un impresionante crecimiento vegetativo (natalidad 
superior a la mortalidad), incluyendo a la población negra, aún después de que 
en 1808 se prohibiera la trata internacional de esclavos (la ley determinaba que 
también los hijos de esclavos también lo eran). Al crecimiento se sumaba la 
inmigración europea, que empezó a cobrar importancia sobre todo a partir de 
mediados de siglo, con el paréntesis de la guerra de Secesión. En la década 
anterior a la Primera Guerra Mundial, la inmigración superó anualmente el 
millón de personas. 
 
Gráfico 7. 4 Población norteamericana nacida fuera de los EE.UU. (1850-2000) 
 
 
Fuente: Oficina Presupuestaria del Congreso (2004): A description of the inmigrant population 
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21 
Tabla 7.4 Evolución demográfica de Estados Unidos (miles de habitantes) 
 
 Total Blancos Negros Indígenas Otros 
Año Mliles hb Mliles hb 
 
 % Mliles hb 
 
% 
 
Mliles hb. % 
1790 3.929 3.172 80,7 757 19,3 s.d. s.d. s.d. 
1800 5.308 4.306 81,1 1.002 18,9 s.d. s.d. s.d. 
1820 9.638 7.867 81,6 1.772 18,4 s.d. s.d. s.d. 
1850 23.192 19.553 84,3 3.639 15,7 s.d. s.d. s.d. 
1870 38.558 33.589 87,1 4.880 12,7 26 63 0,1 
1890 62.948 55.101 87,5 7.489 11,9 248 110 0,5 
1900 75.995 66.809 87,9 8.834 11,6 237 114 0,4 
1910 91.972 81.732 88,9 9.828 10,7 266 147 0,3 
Fuente: Oficina del Censo de Estados Unidos. s.d., sin datos. 
 
En 1850 la población apenas superaba los 23 millones de habitantes, pero 
durante la segunda mitad del siglo se triplicó, por encima de 75 millones, y una 
década después casi llegaba a 92 millones. Los negros suponían en la primera 
mitad del siglo más de un 15% de la población, un 90% de ellos esclavos. La 
población indígena autóctona ya era prácticamente insignificante. 
El espectacular crecimiento de la población no servía sin embargo para 
colmar las necesidades de mano de obra en las distintas actividades 
económicas. La escasez del factor trabajo incentivó la búsqueda de sistemas 
de ahorro de mano de obra a través de innovaciones técnicas y maquinaria, lo 
que significaba aumentar las inversiones de capital (es decir, se produjo un 
procesode sustitución de trabajo por capital). Por otra parte, la escasez de 
trabajadores incrementó los salarios, contribuyendo al elevado poder 
adquisitivo de la población. Por ello, buena parte del crecimiento se orienta a la 
satisfacción de un mercado interno en plena expansión, que adquiría los 
bienes agrícolas e industriales domésticos. 
 
El crecimiento económico hasta 1860 
 
 Las bases del crecimiento económico de Estados Unidos desde la 
independencia hasta la Guerra de Secesión se encuentran en la expansión 
agraria que resulta de la ocupación del territorio situado al Este de los ríos 
Mississipi-Missouri, junto a la especialización productiva, que fue posible 
gracias al desarrollo de los sistemas de transporte. En este periodo la 
agricultura es el sector predominante: proporciona materias primas y alimentos, 
así como es el primer sector en ocupación y en ingresos por exportaciones. 
El Noreste, con granjas pequeñas y medianas, se combina la explotación 
agraria con la actividad forestal. Hacia el Medio Oeste las fincas aumentan de 
tamaño, unas dedicadas a la agricultura cerealista extensiva –trigo, maíz– y 
otras a la ganadería. En el Sur se desarrolla la agricultura de plantación (arroz, 
tabaco, algodón), basada en trabajo esclavo, que sobre todo se orientará hacia 
el cultivo del algodón. El estímulo de la industria textil moderna (nacional y 
británica, sobre todo), y las innovaciones técnicas como la desmotadora de E. 
Whitney que permitieron mecanizar tareas intermedias abaratando 
sustancialmente el producto, convirtieron al algodón en rama en el principal 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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22 
producto de exportación norteamericano (50% del valor total) y a Estados 
Unidos en primer productor en 1860, con dos tercios del total mundial. 
 
Fuente: Barraclough, G. (ed., 1985): El Mundo. Gran atlas de historia, Ebrisa, Barna, t. 4-5, 222 
 
Gráfico 7.5 Producción de algodón en Estados Unidos (1790-1860) en Tm 
 
Fuente: Economic History Net (eh.net/encyclopedia/article/phillips.cottongin) 
 
La expansión hacia el Oeste, hasta el río Mississipi, y la integración de las 
diferentes regiones del país fue posible gracias a la mejora de los sistemas 
de transporte. Partiendo de la base de una buena red fluvial, la construcción 
de carreteras de peaje y de los canales que enlazan la zona de los Grandes 
Lagos con la costa Este permitieron la salida de los productos agrarios del 
interior por vía navegable (la más barata). El ferrocarril comienza a extenderse 
a fines de la década de 1830, de la mano de la iniciativa privada a través de 
inversiones británicas. 
Las regiones del norte se estaban especializando en bienes de consumo, 
como la industria textil, el calzado o la madera, así como en la construcción 
naval, adaptando rápidamente las técnicas más adelantadas y el sistema fabril. 
En esta fase la energía es principalmente de origen hidráulico, que sirve para 
mover los nuevos telares mecánicos. 
El crecimiento económico permitía combinar el impulso del mercado 
interior, (una población creciente y con altas rentas) con un mercado exterior 
donde exportaba productos primarios e importaba tecnología y maquinaria. La 
política comercial, influida por los escritos de Alexander Hamilton, adoptó un 
proteccionismo extremo para eludir la competencia de las manufacturas 
británicas. Así, la industria naciente norteamericana adoptó las innovaciones 
que permitieron ensanchar progresivamente el sector secundario de su 
economía, volcándose hacia el mercado interior. 
 
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23 
El auge económico de los Estados Unidos (1865-1913) 
 
Tras la guerra de Secesión (1860-65) los Estados Unidos se convierten 
en una potencia económica mundial, apoyándose de nuevo en las ventajas 
de un territorio extenso que fue siendo colonizado y puesto en explotación, con 
la masiva llegada de inmigrantes y el paralelo desarrollo del ferrocarril, 
verdadero eje de crecimiento de este periodo. La red férrea, que contaba en 
1860 con 49.000 kilómetros, se multiplicó por 5 en 1890 hasta casi a los 
250.000, más que todo el tendido ferroviario europeo en conjunto. El 
desarrollo del ferrocarril tuvo múltiples efectos sobre el resto de la 
economía: aparte de abaratar los precios del transporte de las mercancías y 
acortar sustancialmente los tiempos, supuso un notable estímulo para sectores 
como el de la minería del carbón y el siderúrgico, y también contribuyó a la 
evolución de la empresa moderna a través de las nuevas formas de 
organización y gestión en las que las empresas ferroviarias fueron pioneras. R. 
Fogel consideró sin embargo que su contribución al crecimiento no fue tan 
intensa, ya que calcula que el ahorro social que produjo estaba en torno al 
1,2% del producto nacional bruto. 
 
La agricultura también se benefició del desarrollo ferroviario. La 
expansión territorial hacia el Oeste se lleva a cabo con la puesta en cultivo de 
grandes extensiones y ranchos para la ganadería. La Homestead Act (1862) 
garantizaba la distribución de tierras públicas para quien las cultivara y estimuló 
el desplazamiento de gran número de colonos. En el Sur, la guerra trajo la 
abolición de la esclavitud y la transformación de las explotaciones esclavistas 
en fincas que trabajan los negros con contratos de aparcería; además el cultivo 
de algodón se expandió hacia el Oeste. 
 
Tabla 7.5 Producción de carbón en los Estados Unidos, 1829-1899 
 
Año 
Producción de carbón mineral 
(Miles de Tm) % incremento 
por década 
Tm per 
cápita Antracita Bituminoso 
1829 138 102 0.02 
1839 1.008 552 550 0.09 
1849 3.995 2.453 313 0.28 
1859 9.620 6.013 142 0.50 
1869 17.083 15.821 110 0.85 
1879 30.208 37.898 107 1.36 
1889 45.547 95.683 107 2.24 
1899 60.418 193.323 80 3.34 
Fuente: http://eh.net/encyclopedia/article/adams.industry.coal.us 
 
La industria va adoptando el sistema fabril, y aumenta el tamaño de las 
fábricas, que tratan de aprovechar las economías de escala con la instalación 
de maquinaria. El mayor crecimiento procede de las industrias de bienes de 
producción, caso del acero, que atiende a la demanda del ferrocarril y 
construcción de maquinaria. La región del noreste y los Grandes Lagos se 
convierte en el principal polo industrial favorecido por los yacimientos de 
hierro y la abundancia del carbón de los Apalaches (Pensilvania). La expansión 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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24 
de la minería (tabla 7.5) cambia la estructura del consumo de energía, donde el 
carbón pasa de representar el 40% en 1880 al 70% a fines de siglo. También 
se desarrollan nuevos sectores como el eléctrico y el químico, en los que de la 
formación de ingenieros cobra una importancia crucial. 
 
La industria norteamericana participa en las innovaciones de la 
denominada segunda revolución industrial, a través de la adopción de 
sistemas de comunicación como el telégrafo y el teléfono, o la puesta en 
marcha de ramas industriales como el sector eléctrico, químico, petróleo o el 
automóvil. La industria va concentrando a la población en grandes ciudades y 
las fábricas adquieren grandes dimensiones. Las empresas adoptan los 
nuevos sistemas de organización y forman conglomerados que abarcan las 
diferentes fases del proceso productivo, con fórmulas de integración vertical y 
horizontal. Es la fase de los grandes trusts donde aparecen magnates como 
Carnegie en el acero y Rockefeller en el petróleo. También se forman grandes 
bancos de inversión, como J.P. Morgan que participan también en 
sociedades industriales y compañías ferroviarias. Se introducen mejoras en la 
organización industrial como la introducción de piezas estandarizadas que 
permitirán dar el salto a la producción en cadena y la adopción del modelo 
fordista. H. Ford consigueen su cadena de montaje de automóviles desarrollar 
el modelo T, el primero diseñado con todas las piezas intercambiables. Otro 
ingeniero, W. W. Taylor, desarrollará los sistemas de ahorro de tiempos para 
aumentar la productividad. Antes de terminar el siglo XIX, Estados Unidos se 
convierte en la primera potencia industrial del mundo. 
 
 
 
 
7.3. Los atrasados en la industrialización 
 
 7.3.1 La periferia europea 
 
 Durante la segunda mitad del siglo XIX, el crecimiento industrial en los 
países más adelantados tiene un efecto de arrastre sobre el resto de 
Europa a través de varios mecanismos. El primero es el comercio 
internacional, que entre 1820 y 1880 ve multiplicarse su volumen por nueve, 
dos terceras partes del cual corresponden al comercio intraeuropeo. Este 
crecimiento se debe en buena medida a la especialización (división 
internacional del trabajo): la demanda creciente de alimentos y materias 
primas de los países industrializados favorece las exportaciones y la 
entrada de divisas en los países más atrasados; los países industriales a 
su vez venden manufacturas y maquinaria, lo que permite a los atrasados 
acceder a nuevas tecnologías de producción. Además, se produce una 
creciente exportación de capitales desde los países industriales, que llevan a la 
promoción de empresas extractivas, industrias de transformación, redes de 
transporte y servicios públicos. 
 
 
 
 
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25 
Mapa 7.3. Europa: crecimiento del PIB (tasa anual acumulada 1830-1910) 
 
Fuente: Pounds (2000: 473) 
 
En este proceso se advierten varios modelos de crecimiento industrial: 
por una parte el de aquellos países, como Noruega, Suecia, Dinamarca, y 
Holanda, que aprovechan su situación geográfica y/o la disponibilidad de 
recursos primarios demandados por los países industriales –avena, madera y 
hierro en el caso de Suecia, recursos forestales y pesqueros en Noruega, 
alimentos en Dinamarca y Holanda–, que les permiten obtener recursos para 
invertir en industrias de transformación. El ritmo de crecimiento de estos países 
se apoya en cambios institucionales, que favorecen las transformaciones 
agrarias en beneficio de una capa de pequeños y medianos agricultores que 
orientan su producción hacia el mercado. Se trata en la mayoría de los casos 
de países pequeños en términos de población (aunque no en densidad, caso 
de Holanda), lo que podría generar más incentivos para abrirse a mercados 
exteriores. Otro importante factor común a estos países es la existencia de un 
alto nivel de alfabetización entre la población, lo que facilita la transmisión de 
conocimientos y la oferta de trabajadores especializados. El crecimiento se 
acelera desde mediados del siglo y mejora sensiblemente el nivel de renta per 
cápita de sus poblaciones, hecho que contribuye a incrementar el mercado 
interno, y a fomentar el sector secundario con el apoyo del capital extranjero 
(tabla 7.6). 
 
 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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26 
Tabla 7.6. Crecimiento del PNB per cápita en las diferentes regiones europeas 
(en dólares de 1960 (media Europa occidental=100) 
 
Regiones 1860 Índice* 1910 Índice* 
Europa occidental 384 100 638 100 
Escandinavia 273 71 604 95 
Europa mediterránea 309 80 355 55 
Europa oriental 180 47 287 44 
Austria-Hungría 288 75 469 73 
Fuente: Berend y Ranki (1988: 356) 
 
 Frente a este modelo se encuentra un grupo formado por los países 
mediterráneos y del Este de Europa, caracterizados por: 
• estructuras agrarias atrasadas (pese a las reformas agrarias) y 
agriculturas poco productivas; 
• mercados internos a menudo amplios (por volumen de población), pero 
compuestos en buena parte por campesinos pobres que generan una 
escasa demanda efectiva de bienes y servicios. 
• pobre formación de capital a nivel interno, lo que lleva a recurrir a 
inversiones extranjeras. 
• fuerte atraso tecnológico y carencias de capital humano. 
• comercio exterior propio de países atrasados: exportan bienes de poco 
valor añadido (productos agrarios o materias primas) e importan los de 
alto valor añadido (maquinaria, manufacturas) y capitales. 
En estas condiciones, un rasgo común a todos estos procesos de 
industrialización fue, como señaló Gerschenkron, el papel del Estado como 
sustituto de la iniciativa privada en la promoción industrial. El problema era 
que la capacidad de intervención del Estados en estos países se veía minada 
por la pobreza de la base fiscal, especialmente si, como era habitual, la 
pervivencia de clases muy poderosas de terratenientes, a menudo nobles, 
impedía reformas fiscales que gravasen de forma eficaz la principal forma de 
riqueza: la tierra. 
El Estado, entonces, deseoso de promover la industrialización pero privado 
de recursos económicos, a menudo intervenía más por la vía de la 
legislación (se cumpliera o no) que la de la inversión. Quizás por eso también 
fue habitual en estos países una fuerte orientación proteccionista, que 
pretendía favorecer un proceso de sustitución de importaciones. 
Otro rasgo muy marcado en estos países fue el dualismo económico, con 
economías dominadas por agriculturas muy atrasadas, que siguen creciendo 
por vías extensivas (cuando crecen), con unas actividades industriales 
reducidas a pequeños enclaves, favorecidos por la dotación de recursos 
mineros, los lazos con otras economías o la protección del Estado. 
La principal diferencia entre los modelos de la Europa del Este con 
respecto al mediterráneo radica en el grado de atraso de sus agriculturas. En 
la Europa Oriental, donde pervivió la servidumbre hasta fechas muy tardías 
(empezó a abolirse a comienzos del XIX, pero Rusia no lo hizo hasta 1861), la 
transformación de los campos se demoró más, con ella la industrialización. En 
la Europa mediterránea, en cambio, las reformas agrarias del XIX fueron algo 
Historia económica UNED 
 
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27 
más tempranas y afectaban a campesinos libres (aunque a menudo igual de 
pobres que los siervos) 
 
El ferrocarril: ¿héroe de la industrialización? 
 
La locomotora, una máquina de vapor sobre ruedas que se desplaza sobre 
raíles fabricados en los nuevos hornos altos, parece representar allí donde 
llega el espíritu y la fuerza motriz de la industrialización. A su paso, el mundo 
cambia. Y es cierto en muchos sentidos, pero la evaluación de sus efectos 
económicos es algo más compleja. Entre otras cosas porque sabemos que 
muchas de las compañías ferroviarias acabaron generando pérdidas en 
muchos países (pues los beneficios de explotación no justificaban los enormes 
costes de construcción) y que muchas líneas mejoraron la velocidad pero no el 
volumen de las mercancías transportadas (bien porque resultaba caro, bien 
porque no había suficientes mercancías que transportar). 
Los efectos del ferrocarril sobre la economía, como los de otros sectores, 
pueden dividirse en: 
Encadenamientos hacia atrás (backward linkages) que representan los efectos 
que la construcción y explotación del ferrocarril ejercía como demandante de 
bienes y servicios: hierro para la construcción de raíles y maquinaria, madera 
para traviesas, trabajo para desmontes y mantenimiento de las líneas, etc. 
Estos efectos son los más fáciles de valorar, a partir de las cuentas de las 
compañías. 
Encadenamientos hacia adelante (forward linkages), los efectos sobre los 
sectores que se benefician de los servicios que el ferrocarril oferta, son más 
difíciles de valorar. Los ahorros en tiempo de transporte, ganancias en 
seguridad, ahorros en el coste del transporte (que deben tener en cuenta las 
tarifas), los efectos de la rapidez de las noticias sobre los costes de 
transacción, los beneficios para los consumidores de un acceso a alimentos 
más baratos, etc. son mucho más difíciles de cuantificar. 
 
 Uno de losintentos más serios de valorar esos encadenamientos hacia 
delante de los ferrocarriles fue el cálculo del ahorro social, aplicado 
inicialmente a Estados Unidos por el que luego fuera premio Nobel, Robert 
Fogel. La idea era medir la diferencia de costes un año suponiendo que no 
existiese el ferrocarril, y que las mercancías transportadas por tren lo hicieran 
por los medios alternativos más eficientes existentes en el momento (canales, 
caminos, ríos o cabotaje). La diferencia, comparada luego al PNB, era lo que 
denominaba ahorro social. Las conclusiones iniciales de Fogel fueron que el 
ahorro social en EE.UU. (donde las distancias eran enormes y por tanto cabía 
presuponer que las ventajas del ferrocarril serían importantes) resultaba muy 
modesto. Fogel concluía era que sin ferrocarril el crecimiento económico 
apenas se habría retrasado un año. 
 Los cálculos de ahorro social se repitieron luego para otros países 
(España entre ellos), dando lugar siempre a un fuerte debate, tanto por la 
complejidad de las estimaciones y supuestos necesarios para alcanzar la cifra, 
como por sus mismas conclusiones. La principal ventaja de estos debates 
radica en avivar el debate sobre el papel de ferrocarril, que si probablemente 
no fue el héroe aún vive en la imaginación popular. 
 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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28 
En estas circunstancias, buena parte de la población sigue siendo rural, 
ya que el raquítico sector industrial no ofrece oportunidades para emigrar a las 
ciudades, y la alternativa en épocas de penuria (como las que vendrán a 
partir de fines del XIX) será la emigración, como lo refleja la gran masa de 
emigrantes que llegan a América desde el Sur y Este de Europa en las últimas 
décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Si los flujos de capital revelan 
dónde se halla la riqueza, los flujos de hombres no son menos significativos. 
 
7.3.2 El crecimiento económico en Rusia durante el siglo XIX 
 
 Rusia es el país más extenso y poblado de Europa a comienzos del siglo 
XIX. Hasta 1861 sus estructuras económicas y políticas eran típicamente 
feudales. La población era abrumadoramente agraria y rural, la mitad sometida 
a servidumbre, con un peso minúsculo de la vida urbana y la industria. Las 
grandes distancias y los deficientes sistemas de transporte hacían caros los 
intercambios, de ahí la escasa integración del mercado interior, compuesto 
además por una población de bajo nivel de renta, ligado a economías de 
subsistencia. Las actividades artesanales quedaban reducidas principalmente 
al marco de las aldeas y satisfacían la demanda de los campesinos. Desde el 
siglo XVII, la consolidación del Estado ruso fue acompañada de un proceso de 
expansión territorial hacia el sur y el este con la formación de colonias en 
Siberia y Asia Central. Intentos de modernización se produjeron bajo el reinado 
de Pedro I y Catalina II, que incorporaron técnicos extranjeros para establecer 
manufacturas con las que dotar al Estado de productos para la Corte y para el 
ejército, aplicando políticas mercantilistas de promoción industrial. 
 
Durante el siglo XIX la población conoció un extraordinario impulso, a lo 
que contribuía la abundancia relativa de tierra y la dedicación de la familia 
campesina a actividades artesanales complementarias, en el marco de 
industria rural difusa (kustar). El modelo familiar se caracterizaba por una muy 
temprana edad del matrimonio de la mujer (16 años), lo que redundaba en un 
largo periodo de fecundidad marital y altas tasas de fertilidad (7,6 hijos por 
mujer, cuando en el resto de Europa rondaba los 5). La elevada mortalidad, 
sobre todo infantil, se compensaba con las altísimas tasas de natalidad 
resultantes, generando un crecimiento vegetativo que permitió a Rusia casi 
quintuplicar su población entre 1800 y 1913 (desde 35 a 170 millones). 
 
 Hasta 1861 las relaciones sociales estaban dominadas por la existencia de 
la servidumbre, que mantenía atados a los campesinos a la tierra, sin 
posibilidad de movilidad, condenando así a la pobreza a la mayor parte de la 
población. Esta situación bloqueaba los intentos de modernización, tanto 
por el bajo nivel de productividad agraria, como por la imposibilidad de 
incrementar la demanda de productos industriales. Solo existían algunos islotes 
de actividad industrial, como la siderurgia de los Urales, que aprovechaba la 
dotación de mineral y los abundantes recursos hidráulicos. Otro foco lo 
constituían las nuevas industrias algodoneras situadas en Moscú y San 
Petersburgo, donde también destacaban las actividades vinculadas a la 
construcción naval. 
 
Historia económica UNED 
 
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29 
Las primeras reformas importantes se produjeron en 1861 con el edicto de 
Emancipación de la servidumbre del zar Alejandro II y la posibilidad del 
acceso a la propiedad de la tierra por parte de los campesinos. Pero estas 
reformas beneficiaban sobre todo a los antiguos señores a los que, además de 
reservarse un buen porcentaje de las tierras, se les asegura unos pagos en 
concepto de derechos de redención. La tierra que se queda en manos de los 
campesinos se vincula al sistema comunitario de la aldea, el mir, que se 
responsabiliza colectivamente de los pagos de redención y por tanto impide ya 
no legalmente pero sí de hecho la movilidad de los campesinos. El mir 
redistribuye periódicamente las tierras en función del tamaño de las familias, y 
la explotación se realiza con métodos tradicionales. 
 
 Las tierras de la nobleza, sobre todo en las regiones meridionales –tierras 
negras– se convirtieron en grandes explotaciones destinadas a la 
producción de cereales principalmente para su exportación. Esta se vio 
facilitada por la construcción de la red ferroviaria, que enlazaba las zonas 
productoras con los puertos. En una primera etapa (1866-75) se ponen en 
funcionamiento casi 18.000 km de red; la mayoría del trazado lo construyen 
compañías privadas con capital extranjero y el material debe ser 
importado, amparado en una legislación librecambista que elimina los 
aranceles. 
 
A partir de la década de 1870 se produce un periodo de estancamiento 
debido a la entrada en Europa de cereales desde ultramar, que provoca el 
hundimiento de los precios y la merma de ingresos por exportaciones. En estos 
momentos es el Estado quien toma la iniciativa para promover la actividad 
industrial, mediante contratos y subsidios a través una política de emisión de 
deuda pública que suscriben los financieros extranjeros. La política emprendida 
por el ministro de Hacienda, S. Witte desde 1893 se centró en estabilizar el 
presupuesto para atraer capital exterior y a la vez continuar el fomento de la 
industria pesada. En este caso, el ferrocarril se convierte en el principal 
elemento que promueve la demanda interna de la industria y fomenta el 
crecimiento de la siderurgia en las décadas de 1880 y 1890, con la puesta en 
funcionamiento del centro industrial del Donbass en Ucrania, una rica cuenca 
carbonífera, aprovechando el mineral de hierro de los yacimientos de Krivoi-
Rog, donde también es importante la aportación de capitales extranjeros. Baku, 
junto al mar Caspio, es otro centro industrial que comienza a destacar, 
asociado al petróleo. Hacia 1900 un 60% del capital de las compañías por 
acciones estaba en manos extranjeras. Los sectores de bienes de consumo 
siguen mayoritariamente vinculados a la producción artesanal, aunque hay 
empresas con maquinaria moderna en el sector algodonero, situadas en torno 
a Moscú y San Petersburgo, donde se instalan fábricas de grandes 
dimensiones, pero que evolucionan precariamente, debido al escaso tirón de la 
demanda interna. 
 
El sector bancario comenzó a desarrollarse durante la segunda mitad del 
siglo XIX con la formación de bancos comerciales. El banco del Estado ruso 
en principio aglutinaba las inversiones,aunque desde la década de 1890 la 
banca privada va cobrando cada vez más importancia. En 1906 los bancos de 
San Petersburgo intermedian en los empréstitos extranjeros que financian las 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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30 
inversiones industriales. El número de bancos, inicialmente muy numerosos, 
fue reduciéndose hacia fines del siglo XIX a través de un proceso de 
concentración; en 1914 cuatro entidades controlaban más de la mitad del 
capital y con ello buena parte de las inversiones industriales. 
 
En 1905 la crisis agraria que se extiende por Rusia se une a los efectos 
de la derrota en la guerra contra Japón. Todo ello produce revueltas de 
hambre y escasez que obligan al gobierno a tomar medidas políticas y 
económicas. El primer ministro Stolypin completó la reforma agraria, 
decretando en 1906 la abolición del mir y abriendo a los campesinos la 
posibilidad de comprar sus tierras. Su propósito era modernizar la actividad 
agraria para lograr mayores excedentes para el mercado y estimular el 
crecimiento de una clase de campesinos acomodados –kulaks– que evitara los 
estallidos revolucionarios. Estos kulaks habían surgido de la creciente 
diferenciación social en el campo, y se hicieron con buena parte de las tierras 
de las comunas. Las reformas, sin embargo, aunque permitieron incrementar la 
producción, no acabaron con la pobreza de la mayoría de los campesinos. 
Todavía en 1913 quedaba en el campo el 72% de la población activa, 
concentrando el 44% del ingreso total. El crecimiento agrario a fines del 
siglo XIX se basó en la ampliación de los sembrados y la expansión de cultivos 
como patatas y remolacha azucarera. El comercio exterior siguió creciendo 
y mantenía superávits a base de exportar productos agrarios y forestales, de 
los que un 50% eran cereales, y a cambio se importaban bienes de capital y 
manufacturas diversas. El perfil del comercio exterior era otro reflejo del atraso 
y las deficiencias que mantenía la economía rusa en su industrialización. 
 
7. 3.3 El atraso español 
 
Hace más de 40 años, Jordi Nadal escribió un libro que se haría famoso: El 
fracaso de la revolución industrial en España. Sus conclusiones mostraban 
cómo a lo largo del siglo XIX la economía española había quedado claramente 
rezagada: las reformas agrarias de los liberales no habían servido para 
satisfacer las aspiraciones de los campesinos ni tampoco para aumentar 
significativamente la productividad, con lo que la agricultura no ejerció sus 
funciones de cara a la industrialización; el ferrocarril se había proyectado según 
prioridades políticas (red radial), en vez de atender a las necesidades de 
integrar el mercado interior, y además no había ejercido apenas efectos de 
arrastre sobre la siderurgia nacional; la minería, por falta de técnicas e 
inversiones, se había convertido en un enclave del capital exterior, que 
exportaba el mineral en bruto (con menos valor añadido) y luego los beneficios; 
y hasta el moderno sector textil catalán, pionero en el siglo XVIII, había 
quedado casi condenado a una política proteccionista para salvaguardar el 
mercado interior. Estudios posteriores han matizado esta visión del fracaso 
industrial, observando distintos rasgos del crecimiento. No obstante, es cierto 
que España en 1913 seguía muy rezagada frente a las naciones 
industrializadas: en PIB/ per cápita, en producción y consumo de energía, en 
tecnología. La estructura de la población activa, con casi dos tercios de la 
mano de obra en el sector primario, revelaba que la industrialización podía 
haber empezado, pero aún distaba de concluirse. Por ello, ante las dificultades 
Historia económica UNED 
 
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31 
de la crisis agraria de fin de siglo, la respuesta fue, como en otros países 
atrasados, la masiva emigración a América. 
 
Tabla 7.7. Indicadores del atraso de la economía española hasta 1910 
 
 
Distribución sectorial de la población activa 1797 1860 
 
1887 
 
 
1900 
 
 
1910 
 
Agricultura 61,3 63,5 64,7 66,3 66,0 
Industria 15,3 17,3 17,1 16,0 15,8 
Servicios 23,4 19,2 18,1 17,7 18,4 
Tasa de actividad 
 (% activos sobre población total) 
 
39,8 
 
40,0 
 
37,8 
Tasa de analfabetismo (% sobre > de 10 años) 
 Hombres 
 Mujeres 
 74 
60 
88 
63 
50 
76 
57 
45 
68 
50 
39 
59 
Productividad por activo en agricultura 
(índice 1882=100) 
 83,0 94,0 
Productividad por activo industria (1882=100) 146 150 
Esperanza de vida al nacer (años) *=1890 29,7 29,1* 34,8 41,7 
Tasa de urbanización (población en núcleos > 
5.000 hb) **=1787 
24** 30,3 37,7 39,2 42,0 
Fuente: Llopis (2002:147), Pascual y Sudriá (2002:205), Maluquer (2002:245-246, 262), todos en 
Comín, Hernández, Llopis (eds.) (2002). Carreras, A. y Tafunell, X. (eds) (2005) Estadísticas 
históricas de España, siglos XIX-XX, Madrid, BBVA. 
 
El periodo que transcurre entre 1800 y 1913 en España se puede dividir en 
distintas fases, según se atienda a factores de tipo político, o social. Desde el 
punto de vista económico, sin embargo, podemos distinguir tres fases (las 
fechas indicadas son aproximativas): 
• 1800-1840: época marcada por la crisis del Antiguo Régimen y las 
consecuencias de la guerra de la Independencia, caracterizada por los 
fuertes cambios del marco institucional. 
• 1840-1880: fase de arranque de la industrialización y de la 
modernización económica, aunque marcada también por los vaivenes 
políticos y los problemas de crecimiento. 
• 1880-1913: Arranca en un contexto de estabilidad política que permite 
por ejemplo sanear las cuentas de la Hacienda, y tras los efectos de la 
gran crisis agraria de fin de siglo, se inicia un proceso muy lento pero ya 
sostenido de modernización económica, también en la agricultura. 
 
El primer periodo (1800 y 1840), está marcado por la crisis del sistema 
feudal, visible desde fines del siglo XVIII, y sobre todo por las consecuencias 
de la guerra de la Independencia (1808-1814). Entre los efectos inmediatos de 
la guerra figuran los daños a la agricultura, la cabaña ganadera y las 
manufacturas, lo que redundó en un estancamiento de la población en torno a 
los 11,5 millones de habitantes. Pero la guerra desencadenó también la 
difusión de las ideas liberales, que iban a plantear la abolición del sistema 
feudal, promoviendo el fin de la monarquía absoluta, la implantación de una 
sociedad de ciudadanos iguales ante la ley (sociedad de clases) y la 
consagración de la propiedad privada y el mercado como bases de la libertad 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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32 
económica. Tales ideas habían calado ya durante la guerra, y quedan 
manifiestas en la obra de las Cortes de Cádiz, pero tardarán en imponerse con 
la vuelta al trono de Fernando VII. Por cierto que, como consecuencia indirecta 
de la guerra y la difusión del liberalismo, también debe tenerse en cuenta la 
pérdida hacia 1824 de la mayor parte del imperio colonial español en 
América, a raíz de una serie de movimientos independentistas en los que 
destacó la figura de Simón Bolívar. Los años 1815-1840 son, de nuevo, una 
época de fuerte inestabilidad política, que perdura en los años de minoría de 
edad de Isabel II. En las fases en que los liberales acceden al poder –Trienio 
1820-1823, algunas fase de la Regencia de María Cristina y Espartero (1836-
1843) – avanzan las reformas institucionales de corte liberal, las más 
importantes de las cuales constituyen lo que se ha denominado la reforma 
agraria liberal, un conjunto de medidas de distinto tipo, adaptadas o 
modificadas en distintos periodos, con un mismo fin: eliminar los vestigios 
feudales en el campo (especialmente en el régimen de propiedad) e impulsar el 
avance de los mercados. En otras palabras, abrir paso al capitalismo. Entre las 
medidas más importantesde la reforma agraria liberal figuran: 
• desamortizaciones: expropiación y venta en subasta de las propiedades 
del clero regular (Trienio liberal, desamortización de Mendizábal en 1836) 
y el clero secular (Espartero 1841). 
• abolición de instituciones feudales: señoríos, mayorazgos, privilegios de 
la Mesta y diezmos (todas afectaban a la propiedad de la tierra). 
• libertad para comerciar con productos agrarios y a los propietarios para 
disponer de sus fincas y cercarlas. 
 
Las reformas alteraron el marco institucional de la agricultura, pero no 
lograron mejoras generales de productividad: éstas hubieran exigido 
inversiones, y sin embargo ni los campesinos podían (la mayoría eran 
pequeños propietarios o jornaleros) ni los grandes propietarios querían (con 
tierra escasa y mano de obra abundante, el sistema les iba bien). No obstante, 
hay un buen número de excepciones regionales, en Cataluña y Valencia 
sobre la base del viñedo o la huerta, por ejemplo, donde las reformas 
consolidaron grupos de labradores acomodados que sí comenzarían a buscar 
ganancias de productividad. Para buena parte de la agricultura del interior, sin 
embargo, el fuerte crecimiento de este periodo es sobre todo de naturaleza 
extensiva: fuerte impulso a las roturaciones, como respuesta a una caída 
general de precios agrarios, y rápido crecimiento de la mano de obra (por el 
aumento general de la población), en el contexto de una agricultura tradicional 
(basada en el cereal de secano), sin apenas innovaciones y poco capitalizada. 
De ahí que la mayor parte de la población siguiera dedicada a las actividades 
agrarias. 
En cuanto a la industria, siguió organizada de forma tradicional, aunque 
también le afectan los cambios institucionales como la abolición de los gremios 
(inicialmente en 1813, y definitiva en 1834). La excepción principal a este 
panorama fue el sector textil catalán, ya pionero en el siglo XVIII, que 
avanzaba hacía por el camino del modelo inglés: especialización en el algodón, 
mecanización, creación de fábricas y el uso de la energía del vapor. No es 
casual que la primera fábrica accionada vapor fuera la de Bonaplata en 
Barcelona (1833). Sin embargo, diversos problemas frenaban el impulso: la 
pobreza del mercado interior, sobre todo, pero también la pérdida de los 
Historia económica UNED 
 
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33 
mercados coloniales, el atraso técnico y la carestía del carbón. Esto último 
también afectó a los primeros pasos de siderurgia moderna: los primeros 
altos hornos creados en Marbella y Málaga por el empresario riojano Manuel 
Agustín Heredia funcionaban con carbón vegetal, lo que impidió fabricar 
finalmente a precios competitivos. En todo caso, la industria moderna en esta 
fase era aun un reducto mínimo en medio de una España atrasada y agraria. 
Las bajas tasas de urbanización (tabla 7.7) son reveladoras. 
Otro factor que contribuyó al estancamiento durante este periodo fue el 
comercio exterior, principalmente derivado de la pérdida del mercado colonial 
americano. La independencia de la mayoría de las colonias contrajo los 
intercambios ultramarinos y España escoró todavía más sus tráficos hacia 
Europa noroccidental, exportando principalmente aceite y vino. La pérdida de 
las colonias también tuvo un fuerte impacto sobre los ingresos de la 
Hacienda. El déficit crónico incrementó la deuda y junto a ello una escasez de 
numerario que obligó a una política comercial prohibicionista, para reservar el 
mercado nacional a los productores interiores y evitar al máximo las 
importaciones. 
 
El periodo que va de 1840 a 1880 se caracteriza por un crecimiento 
moderado pero sostenido. La inestabilidad política ni mucho menos ha 
desaparecido (aún quedan dos guerras carlistas y una revolución en 1868 que 
desembocó en la I República), pero los cambios institucionales liberales no 
tienen ya vuelta atrás. Algunas se completan, como la desamortización de 
Madoz en 1855 que amplía la subasta a propiedades comunales y de los 
ayuntamientos, o la Ley de Minas de 1868 que estabiliza las concesiones y 
abre paso a inversiones exteriores. En general, los dos períodos de mayores 
reformas corresponden con el llamado Bienio Progresista 1855-56 y el Sexenio 
Revolucionario, de 1868 a 1874. Aunque la población creció (de 15,5 millones 
de 1850 a 17,5 en 1887), siguen siendo visibles los rasgos de atraso (tabla 
7.7), incluyendo la persistencia de crisis de mortalidad catastrófica, la última de 
las cuales sería la epidemia de cólera de 1885, que causó unos 120.000 
muertos. 
La agricultura crece de forma considerable, pero todavía sobre patrones 
extensivos. La desamortización de Madoz, al poner en venta terrenos que 
servían de colchón de seguridad para las comunidades campesinas, agravó la 
desigualdad social en el campo, incrementando el número de arrendatarios o 
de jornaleros sin tierra. La abundancia de mano de obra, ligada a los efectos 
del proteccionismo (precios altos) creaba muy pocos incentivos para la 
introducción de máquinas ahorradoras de trabajo, y en general para las 
inversiones en mejoras de productividad. No obstante, en algunas zonas de la 
periferia prosigue la especialización agraria, orientada a los mercados 
exteriores, ya sea con los cítricos en la huerta valenciana, el ganado vacuno 
en Galicia o el viñedo en muchas zonas de España. Con todo, a partir de la 
década de 1870, la llegada de cereales baratos de ultramar desencadenará 
una crisis general de las agriculturas europeas que en la España cerealista se 
saldará con fuertes tasas de emigración, mayor empobrecimiento del 
campesinado y nuevas oleadas de protesta social. 
El sector industrial creció de la mano de la ampliación del mercado 
interior: el crecimiento de población, los aranceles proteccionistas y la mejora 
de las infraestructuras de transporte contribuyeron a crear un mercado 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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34 
suficiente para mantener un sector industrial reducido y no competitivo, 
pero próspero. La construcción ferroviaria, iniciada en 1848, se aceleró tras 
la aprobación en 1855 de una Ley que, con su complemento en 1856 con la de 
Sociedades de Crédito, alentaba la entrada de inversores extranjeros, con 
beneficios garantizados, importantes subvenciones y franquicias arancelarias 
para importar materiales de construcción. Aunque la extensión de la red, que 
pasó de 455 kms en 1855 a 4.800 kms en 1865 y 6.000 diez años después, 
supuso una importante rebaja de los costes del transporte, que se reflejó en la 
convergencia regional de los precios, el tráfico existente era insuficiente 
para generar beneficios a las compañías, que atravesaron serias dificultadas 
a partir de la década de 1860. Las principales (MZA y Norte) eran de origen 
francés, como lo era el 60% de las inversiones. La construcción de la red 
ejerció además escasos efectos de arrastre sobre la siderurgia española, 
debido a las franquicias para importar el material. El sector secundario 
seguía dominado por los bienes de consumo, con el alimentario y el textil 
como subsectores predominantes. La molienda de trigo había generado 
industrias transformadoras en Castilla con destino al mercado interior y a los 
restos del mercado colonial (Cuba y Puerto Rico). Las fábricas de aceite 
orientadas a la exportación se localizaban en Cataluña. Esta región seguía 
siendo además el foco más moderno del sector textil, tanto lanero como 
algodonero, cuya producción se multiplicó por siete al tiempo que reducía sus 
precios, lo que le permitió ampliar sus mercados, desplazando a las 
manufacturas más tradicionales. Aunque subsistieron centros laneros 
secundarios en Alcoy, Béjar, Antequera y Palencia, Cataluña concentraba en 
1880, además de todo el textil algodonero, el 63% de la producción de paños 
de lana. 
 En cuanto a la industria pesada, vinculada a la siderurgia, apenas 
lograbadespegar. Tras el fracaso de la siderurgia andaluza –forzado por la 
carestía del combustible– , surgen nuevos establecimientos en las cercanías 
de las minas de carbón, que constituía el input principal (siete toneladas de 
carbón por tres de mineral de hierro para cada tonelada de arrabio). Así surge 
en la década de 1850, de nuevo de la mano de capitales extranjeros, una 
siderurgia en Asturias con núcleos en Mieres y La Felguera. El nacimiento de la 
siderurgia vasca, en cambio, se basaba en la existencia de ricas minas de 
hierro, aunque su prosperidad corresponde sobre todo a la fase posterior a 
1880 en su conexión con las importaciones de carbón británico. 
La minería conoció a partir de la década de 1860 un fuerte auge, 
especialmente tras la Ley de Minas de 1868. De nuevo, resultaron clave las 
inversiones y la llegada de técnicos extranjeros: los ingleses explotan las piritas 
de Huelva (Tharsis Suplhur Co. y Río Tinto Co.), franceses e ingleses en el 
plomo de Jaén, los Rothschild las minas de mercurio en Almadén y desde 1870 
capitales belgas, alemanes, franceses y británicos desembarcan para la 
explotación de las minas de hierro vizcaínas. Estos metales eran materias 
primas básicas en los desarrollos de la industria química y mecánica de la 
segunda revolución industrial, por lo que su demanda venía de los países más 
industrializados. El problema es que en buena parte se exportaban en bruto, 
sin apenas valor añadido, y dejando pocos beneficios en el país. Con todo, 
cabe preguntarse si en ausencia de las inversiones extranjeras hubieran 
podido surgir empresas nacionales con capitales y técnicas para impulsar este 
desarrollo. El caso de la industria textil catalana demuestra que en algunos 
Historia económica UNED 
 
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35 
lugares ocurrió así, pero las dimensiones y características del negocio minero, 
siderúrgico o químico eran muy distintas de las del textil. 
 
Tabla 7.8 Evolución del comercio exterior español (1840-1880) (medias 
anuales, en millones de pesetas corrientes) 
 
Periodo Exportaciones Importaciones Saldo 
Relación real de 
intercambio (1845-
49=100) 
1840-44 135,7 143,9 -8,2 
1845-49 156,4 162,3 -5,9 100 
1850-54 152,9 187 -34,1 147 
1855-59 286,7 332,4 -45,7 226 
1860-64 287,8 485,1 -197,3 185 
1865-69 352,3 418,1 -65,8 191 
1870-74 473 478,9 -5,9 184 
1875-79 527,9 501 26,9 210 
Fuente: Pascual y Sudrià (2002: 228) 
 
Vemos en todo caso como la economía española experimenta estímulos que 
vienen del exterior. El incremento del comercio exterior –a una media del 
4,5% anual entre 1840 y 1880– fue muy superior al del PIB, un 1,7%. La 
balanza comercial, sin embargo, es típica de un país atrasado: un saldo 
siempre negativo, en el que destacan las importaciones de manufacturas y 
maquinaria, mientras se exportan productos primarios: alimentos (a veces 
elaborados, como el vino o aceite), minerales (plomo, hierro, mercurio) sobre 
todo a finales de siglo. Es cierto que mejoraron las relaciones reales de 
intercambio (terms of trade, es decir la ratio entre el precio medio de las 
exportaciones y el de las importaciones, o dicho de otro modo, la capacidad 
adquisitiva de las exportaciones con respecto a las importaciones), pero la 
estructura del comercio exterior seguía revelando el atraso de la economía 
española. En cuanto a la política comercial, siguió siendo prioritariamente 
proteccionista, garantizando el mercado interior a los productores cerealistas y 
los industriales textiles, aunque avanzaba la opinión librecambista como en 
toda Europa. Ligado a ella, el arancel Figuerola de 1869, planteaba un 
desarme arancelario gradual y la eliminación de prohibiciones de importación, 
se enfrentó a una fuerte oposición de grupos de interés partidarios de la 
protección, y no llegó a aplicarse nunca en su totalidad. 
 
En este contexto, el Estado podría haber actuado (como apuntaba 
Gerschenkron) como sustituto del sector privado, en la promoción de la 
industria, o bien estimulándola indirectamente mediante inversiones en 
educación o infraestructura. De hecho, la construcción del ferrocarril es un 
ejemplo de ello, pero en general el Estado fue más una fuente de problemas 
que de soluciones. La política económica estuvo condicionada por las 
deficiencias del sistema fiscal, cuya reforma –Mon-Santillan en 1845– fue 
obstaculizada por los grandes propietarios, especialmente en la aplicación de 
los impuestos directos sobre la propiedad de la tierra. De este modo, la 
recaudación siguió dependiendo de impuestos indirectos (sobre el consumo, 
básicamente), y resultó insuficiente para las necesidades de gasto. Como 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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36 
consecuencia, el Estado emitía títulos de deuda pública cuyos intereses no 
siempre podía pagar; la renegociación de esta deuda debilitó la posición 
española en los mercados exteriores, recortando sus posibilidades de recurrir a 
préstamos para financiar las inversiones. Al mismo tiempo, para atraer 
compradores para la deuda ofrecía altos tipos de interés, con lo que encarecía 
las inversiones en el conjunto de la economía. Los déficits y la deuda pública 
condicionaron muchas importantes medidas de política económica: las 
desamortizaciones se hicieron mediante subasta al mejor postor, aunque 
podría haber sido mejor garantizar el acceso de los campesinos a la propiedad 
de sus tierras; también la construcción del ferrocarril (financiada en buena parte 
con la desamortización de Madoz) se abrió en condiciones muy favorables a la 
inversión exterior; del mismo modo las concesiones mineras a inversores 
extranjeros tras 1868 estuvieron condicionadas por debilidad de la hacienda, 
como la concesión a los Rothschild en 1870 de la explotación del mercurio de 
Almadén por treinta años, que les convirtió en prácticos monopolistas de ese 
metal en el mundo. 
El último periodo se sitúa entre la década de 1880 y 1913. Está marcado en 
primer término por los efectos de la depresión agraria, que hunde los precios 
y la actividad económica, y por el fin del imperio colonial en América y 
Filipinas en 1898. Aunque en muchos aspectos significa una prolongación de 
los rasgos del periodo anterior –peso abrumador del sector agrario, atraso 
industrial, balanza comercial deficitaria y propia de país atrasado, problemas 
hacendísticos, etc. – lo cierto es que supone el inicio de un avance sostenido 
de modernización que sólo se romperá, parcialmente, con la Guerra Civil de 
1936-39. En muchos sentidos, las cosas ya no irán a peor. Demográficamente 
la mortalidad comienza un rápido descenso, y ya no volverán las mortandades 
catastróficas. Las tasas de alfabetización y la formación de capital humano 
mejoran también lentamente, y la urbanización comienza a despegar. La 
agricultura, tras el shock de la crisis de fin de siglo, se reajusta, bien sea 
expulsando trabajadores hacia la emigración o profundizando en la 
especialización en productos de exportación: en ambos casos crece, aunque 
sea lentamente, la productividad. La industria es, sin embargo, la que sigue 
tirando del crecimiento, gracias a la inversión privada, en ocasiones alimentada 
por capitales repatriados desde las colonias. A la ampliación y diversificación 
del núcleo catalán, se suma un fuerte foco de industria pesada en el País 
Vasco, en torno a los altos hornos de Vizcaya; y aunque hay presencia de 
capital extranjero, el capital local supone la mitad de las inversiones. La 
entrada de tecnología y capitales extranjeros alentaron también el desarrollo de 
algunos sectores nuevos, como la industria eléctrica o química, y servicios de 
red (aguas, electricidad, telefonía). Alimentados por los sectores industriales y 
comerciales, comienzan a surgir a finales de siglo los primeros bancos 
modernos, al tiempo que la circulación de papel moneda y las cuentas 
bancarias empiezan a desplazar al papeldel dinero metálico en la circulación 
monetaria. Aunque el Estado sigue arrastrando déficits, una serie de reformas 
hacendísticas inauguradas por Raimundo Fernández Villaverde en 1899-
1900 permitieron sanear los ingresos y reducir los déficits. El dualismo 
económico seguía siendo muy marcado, pero surgían núcleos nuevos de 
modernización económica: el País Vasco, Madrid, Valencia. 
Historia económica UNED 
 
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37 
Aunque con resultados muy inferiores a los pioneros y sus imitadores, o 
incluso frente a otros rezagados como Italia o Portugal, España parecía 
avanzar con paso lento, pero seguro, por la senda de la industrialización. 
 
 
7. 3. 4. El pionero asiático: Japón 
 
Antes de 1850 Japón era un país todavía anclado en un pasado de 
profundos rasgos feudales. La mayor parte de la población vivía en el medio 
rural, con una agricultura basada en el cultivo del arroz en la que los 
campesinos eran en su mayoría arrendatarios o colonos de los daimios. 
Estos eran a la vez grandes propietarios y señores feudales que impartían 
justicia en sus territorios, disponían de ejércitos propios y cobraban tributos en 
especie, que suponían un alto porcentaje de la cosecha. La autoridad central 
estaba encarnada por el shogun, un gobernador o valido que era el más 
poderoso de los señores feudales, mientras que el emperador quedaba 
reducido a funciones meramente ceremoniales. La familia Tokugawa ejercía el 
shogunato desde 1603, gobernando Japón a través de una administración 
central situada en Edo (Tokio), con los daimios a sus órdenes. Los daimios 
contaban a su servicio con tropas de samurais, caballeros formados para la 
guerra pero que con el fin de los conflictos internos habían quedado sin función 
militar, muchos de ellos empobrecidos y obligados a buscar medios de vida 
alternativos. En el siglo XVII el crecimiento económico incentivó la 
especialización agraria, con una creciente importancia de cultivos como el té, el 
algodón, la caña de azúcar o la cría de gusanos de seda. Se extendió la 
economía monetaria y la dedicación al comercio de sectores intermedios tanto 
procedentes del mundo rural como de los samurais. La elevación de la renta 
produjo una creciente diferenciación social. 
Una peculiaridad llamativa de la economía japonesa era su cierre al 
exterior. Tras unos primeros contactos con los europeos en el siglo XVI, 
cuando mantuvieron relaciones comerciales con portugueses y holandeses, y 
permitieron la entrada de misioneros católicos, a comienzos del XVII la política 
del shogun cambió, prohibiendo el cristianismo y restringiendo al máximo el 
comercio con el exterior. Este quedó durante más de dos siglos reducido a los 
intercambios con algunos juncos chinos y con una colonia holandesa 
establecida en Nagasaki. Los japoneses tenían prohibido salir del país bajo 
pena de muerte. Esta situación se fue suavizando desde mediados del siglo 
XVIII, y algunos japoneses consideraban la posibilidad de una apertura al 
exterior. Sakuma Shozan (1811-1864), un funcionario encargado de la defensa 
costera, se mostraba partidario de adoptar armamento occidental así como de 
la construcción de una flota, sobre todo tras las noticias de la derrota de China 
en las guerras del Opio. Sin embargo el cambio radical llegó a mediados del 
siglo XIX, con las visitas del comodoro Perry a Japón, en 1853 y 1854, al 
mando de una flota estadounidense. Los “barcos negros” de Perry, 
(denominados así por la carbonilla de sus chimeneas), fuerzan la apertura 
comercial que se materializa con la firma en 1858 del tratado Harris, uno de 
los “tratados desiguales” que las potencias europeas y Estados Unidos 
impusieron en Asia por estas fechas. El tratado obligaba a Japón a abrir 
nuevos puertos al comercio internacional, les permitía traficar con cualquier tipo 
de producto (incluida la exportación de plata y oro, aunque no el opio), 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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38 
concedía a los comerciantes privilegios de extraterritorialidad y establecía unos 
aranceles muy moderados (no más del 5%). 
Los tratados fueron sentidos como una imposición humillante por muchos 
japoneses, aunque de hecho era el reconocimiento de la inferioridad militar de 
Japón. Los acuerdos agudizaron las tensiones internas, con revueltas y 
atentados tanto a los extranjeros como a miembros del gobierno. Buena parte 
de los samurais mostraba una abierta oposición a la política gubernamental y 
las potencias extranjeras presionaban para evitar la revocación de los tratados. 
Entre 1860 y 1868 se fue fraguando un ambiente que pasó de las revueltas y 
estallidos aislados, a la convicción de la necesidad de establecer un gobierno 
fuerte y una economía próspera que pudieran contrarrestar la amenaza 
exterior. Esta nueva postura aglutinó sobre todo a los samurais que 
terminaron por deponer a la dinastía Tokugawa. 
 
La restauración Meiji (1868-1912) 
 
 La restauración Meiji de 1868 coloca al emperador (que toma ese nombre, 
Meiji, por el que se conoce al periodo) como cabeza del nuevo Estado, que 
adopta modelos legislativos e institucionales de Occidente: la abolición del 
sistema feudal, decretada en 1871, elaboración de una constitución y leyes 
modernizadoras, así como una reorganización territorial en prefecturas donde 
los representantes quedan bajo las órdenes del gobierno central. Entre las 
reformas más importantes destaca la reforma fiscal/agraria llevada a cabo en 
1871-73 con el fin de extraer recursos de la agricultura para emplearlos en la 
modernización del país, a la vez que se suprimen los derechos feudales de los 
daimios a cambio de una compensación. La reforma educativa, a partir de 
1872, extiende una red de escuelas primarias y secundarias dirigidas a difundir 
entre la población los conocimientos y prácticas tomados de Occidente. En la 
educación superior este sistema tiende a establecer en los puestos 
principales a profesores formados en Occidente, así como la contratación de 
técnicos y profesores occidentales para impartir clases en las universidades 
niponas, especialmente en materias científicas y técnicas. 
Otro de los objetivos modernizadores era el ejército, en sus inicios 
supervisado por una misión francesa. Se adoptó un sistema de reclutamiento 
que permitía la movilizar a un importante contingente y una escala de mando 
inspirada en el ejército prusiano. En 1894, en vísperas de la guerra con China, 
el ejército japonés ya estaba dotado con material moderno, la mayor parte de 
fabricación nacional. 
El papel de la agricultura, como en cualquier proceso de industrialización, 
es fundamental, ya que es el sector predominante tanto en empleo como en 
producto, y por tanto la principal fuente de ingresos fiscales del Estado. 
Además, desde el sector primario se producen los principales artículos para la 
exportación (té y seda). Por este motivo las medidas del gobierno tendieron a 
incrementar la producción a través de la extensión de la formación técnica de 
los campesinos en nuevos métodos de cultivo, fertilización y lucha contra las 
plagas. Se crearon escuelas técnicas de agronomía para la mejora y selección 
de semillas. Las reformas agrarias no alterarán sin embargo el sistema de 
explotaciones, que quedarán en su mayoría bajo formas de agricultura 
intensiva en pequeñas parcelas con trabajo familiar. La producción se 
incrementó por la puesta en cultivo de nuevas superficies, un 10% más entre 
Historia económica UNED 
 
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39 
1880 y 1900, pero sobre todo por una mejora de productividad, un 30% entre 
ambas fechas, que permite liberar mano de obra para la industria. 
El Estado es consciente de que el único recurso para no caer bajo la 
dependencia colonial occidental es imitar sus sistemas productivos y 
modernizar el país. Varias misiones viajan al extranjeroen la década de 
1870 para copiar sus instituciones y tecnología, así como sistemas de 
armamento y construcción naval. Y al mismo tiempo se emprende un plan de 
iniciativas económicas que promueven la industrialización y orientan el 
comercio exterior para obtener recursos financieros para compensar la compra 
de maquinaria. 
Uno de los sectores que rápidamente se modernizó fue el transporte, a 
través de la iniciativa estatal en la construcción de líneas ferroviarias, que 
luego serán completadas por la iniciativa privada. También se desarrolló el 
comercio marítimo de cabotaje entre los principales puertos, con empresas 
navieras que cuentan con subsidios estatales. El comercio exterior, que se 
basa en la venta de seda y té a cambio de manufacturas y maquinaria, era 
deficitario en la década de 1870. Para resolverlo, como no se puede alterar la 
política arancelaria según los tratados desiguales, el Estado mejora los criterios 
de calidad de los productos de exportación a través de la difusión de nuevas 
técnicas en la hilatura de seda, y la creación de fábricas con maquinaria 
occidental. Estas medidas incrementarán la producción, pero sobre todo el 
valor de las exportaciones (con más tejidos), principalmente a Estados Unidos 
(tabla 7.9). 
 
Tabla 7.9 Participación de los textiles en las exportaciones totales de Japón 
(% en valor) 
 Algodón Seda 
 Hilo Tejidos En bruto Tejid
os 
1890-4 0.2 0.9 38.0 4.7 
1895-9 8.4 1.7 31.7 7.2 
1900-4 9.3 2.4 29.2 10.6 
1905-9 7.7 3.8 28.8 8.0 
1910-14 10.9 5.1 30.8 6.4 
Fuente: Y.Andō (1975): Kindai Nihon Keizai Shi Yōran,Tokio, Tokyo University Press, 118 
 
A partir de la década de 1880 el Estado cambia la política de estímulo 
directo a la industria por la privatización de activos industriales, que pasan 
a los zaibatsu, grandes conglomerados de empresas, en tanto que el gobierno 
se centra en potenciar la educación y estímulos indirectos como los contratos 
para fabricación de armamento. El sector privado cobra la iniciativa en la 
inversión y comienza a controlar el sector del comercio exterior, hasta entonces 
en manos de extranjeros. 
Por sectores industriales, el textil es el que aporta mayor valor añadido y 
un peso creciente en las exportaciones. Aunque buena parte todavía se rige 
por métodos tradicionales, se produce la progresiva concentración de la 
hilatura en fábricas, con el uso de maquinaria, sustituyendo progresivamente al 
trabajo en el medio rural, que producía bienes de menos calidad. La demanda 
internacional de seda fue en aumento, lo que alimentó el crecimiento de la 
producción progresivamente hacia fábricas más grandes. Un proceso similar se 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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40 
dio en el algodón, producto orientado a la sustitución de importaciones, con un 
rápido aumento entre 1886 y 1890, y que posteriormente fue ocupando un 
papel creciente en la exportación. El posterior acceso privilegiado a los 
mercados chino y coreano, junto con las rebajas en los aranceles a la materia 
prima, supuso un poderoso impulso que hizo pasar de las 382.000 hilanderías 
en 1893 a 2,4 millones en 1913 y 6,6 millones en 1929, y una progresiva 
concentración empresarial. La producción de hilaza se multiplicó por seis entre 
fines del siglo XIX y 1925-29, y su destino se orientaba cada vez más a las 
fábricas de tejido modernas, orientadas tanto al mercado interior como al 
exterior (tabla 7.9). 
 
Figura 7. 1 Estructura de un zaibatsu 
 
 
Fuente: Elaboración propia a partir de Bénichi y Nouschi (1987: 159) 
 
El sector siderometalúrgico creció aun más rápido, gracias en parte al 
tirón del gasto en armamento –guerras contra China en 1894-95 y Rusia 1904-
05– para reforzar el poderío militar. El aumento del presupuesto en armamento 
e industrias relacionadas supuso un tirón que afectó a toda la economía, 
incluida la extracción de carbón con métodos modernos. 
El crecimiento industrial de Japón se basaba en un modelo intensivo en 
trabajo, ya que éste era abundante y barato. También mostraba un marcado 
dualismo, donde al tiempo que se mantenía un extenso sector de pequeñas 
empresas, relacionadas principalmente con bienes de consumo (elaboración 
de alimentos, textil, cerámica, etc.) se incrementaba el papel de los grandes 
conglomerados industriales, zaibatsu, que controlaban varios sectores 
económicos, como el caso de Mitsui, o Mitsubishi, con grandes intereses en el 
comercio exterior, sector naviero además de empresas industriales textiles, 
siderúrgicas, etc. Estos conglomerados disponían a su vez de bancos para 
ordenar sus inversiones y controlar otras empresas (ver figura 7.1). 
 
La apertura japonesa al exterior fue inmediata desde comienzos de la 
década de 1870 y con resultados notables. En un principio las exportaciones 
consistían en productos primarios y semiacabados, entre los que destacaba el 
Historia económica UNED 
 
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41 
hilo de seda, a cambio de manufacturas y bienes de equipo. Posteriormente 
Japón comenzó a exportar bienes semiacabados y manufacturas –tejidos 
bastos de algodón, telas de seda- aunque mantuvo parte de las importaciones 
de bienes de equipo a la vez que se convirtió en importadora de alimentos y 
materias primas industriales, principalmente algodón en rama, carbón y hierro. 
El crecimiento del comercio exterior obligó a buscar mercados y zonas de 
provisión, lo que derivó en una política imperialista en Asia que culminó con 
las guerras chino-japonesa de 1894-95 y ruso-japonesa de 1904-5, 
saldadas ambas con victoria nipona. La primera le concedió la soberanía sobre 
Taiwán, y la segunda el protectorado sobre Corea, así como una zona de 
influencia en el norte de China. 
 
 
7.4 La industrialización y el triunfo del librecambio. La supremacía 
británica. 
 
Durante el siglo XIX crece el peso de Europa en el mundo, de la mano de los 
procesos de industrialización que se llevan a cabo en el continente. A 
mediados del siglo XIX Europa contaba con una quinta parte de la población 
mundial, pero la correspondían un 70% de todos los intercambios. Dentro de 
este panorama Gran Bretaña era el líder indiscutible, ya que con el 2% de la 
población mundial su comercio representaba casi el 20% del total. La 
aceleración de los intercambios fue impulsada por el rápido crecimiento de la 
demanda de materias primas, alimentos y manufacturas, que originó una 
creciente interconexión entre las economías de los distintos territorios. 
 
Desde la publicación de la Riqueza de las Naciones por Adam Smith, había 
ido ganando la idea de que la prosperidad económica se apoyaba en la 
especialización y la eliminación de trabas en los mercados. Adam Smith 
había criticado las políticas mercantilistas, que Gran Bretaña todavía mantenía 
en buena medida a través de las leyes de Cereales o las vinculadas a las leyes 
de Navegación. Otro economista, David Ricardo (1772-1823), profundizó en 
las tesis librecambistas, criticando la vigencia las leyes de Cereales, que 
mantenían elevados los precios de los alimentos reduciendo el poder de 
compra de los trabajadores y los beneficios de los empresarios, y propugnando 
la libertad comercial apoyada en la especialización. En su obra Principios de 
Economía Política y Tributación (1817), David Ricardo esbozó la teoría de las 
ventajas comparativas, donde planteaba que cada país se debía especializar 
en aquellos bienes sobre los que contaba con una mayor eficiencia en sus 
factores de producción. Puso como ejemplo a Inglaterra, productor de textiles y 
Portugal, productor de vino. Portugal se debía especializar en producir vino e 
Inglaterra en los textiles, obteniendo beneficios ambos países. En la década de 
1840, los industriales ingleses veían que los costes de producción estaban 
siendo presionados al alza por las necesidades de los trabajadores, que tenían 
que pagar unos alimentos muy caros. La noblezaterrateniente había 
conseguido mantener unos derechos de importación que cerraban el mercado 
inglés a las importaciones de cereales, lo que se traducía en precios interiores 
muy elevados. Esta situación fue resuelta en 1846, en el contexto de una fase 
de crisis agraria, cuando el Parlamento derogó la ley de Cereales y con ello 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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42 
abrió el mercado británico a las importaciones de grano. Poco después también 
se derogarían el resto de las normas mercantilistas. 
 
Con la creciente influencia de Gran Bretaña, las tesis librecambistas se 
fueron extendiendo por el continente, El principal impulso se produjo en la 
década de 1860 tras la firma del acuerdo Cobden-Chevalier con Francia, 
visto anteriormente, al que siguieron otros muchos acuerdos bilaterales 
apoyándose en los efectos de la cláusula de nación más favorecida. Las 
potencias europeas presionan en otras zonas del mundo por la apertura 
de los mercados y, en este sentido, fuerzan a China, Japón y Turquía, para 
rebajar los aranceles, política que se ha denominado “el imperialismo del libre 
comercio”. En el caso de China, estos acuerdos (como el de Nanking,1842) 
resultaron de la derrota surgida del conflicto de las guerras del opio con Gran 
Bretaña, lo que tuvo como consecuencia la apertura del mercado chino y la 
rebaja de los aranceles a las mercancías importadas, zonas de influencia y 
privilegios de extraterritorialidad a los comerciantes europeos. De igual forma, 
Japón tuvo que abrir su mercado al exterior desde 1854, situación que se 
tradujo en un acuerdo, establecido en 1858, por el que se imponía un arancel 
para las importaciones no superior al 5% durante 40 años. La India, al estar 
controlada como colonia por Gran Bretaña, tuvo que ajustarse también a una 
política marcada de aranceles bajos, que favoreció las importaciones. Desde 
mediados del siglo XIX la India consumió habitualmente entre un cuarto y un 
tercio de las exportaciones británicas. 
 
Como principal nación manufacturera, Gran Bretaña se especializó en la 
venta de textiles de algodón y productos siderúrgicos. Sin embargo, la balanza 
comercial era deficitaria por el abrumador peso de las importaciones de 
alimentos y materias primas. Tras la derogación de las leyes de Cereales, las 
importaciones de trigo se dispararon, y en 1858 suponían casi un 15% de las 
importaciones totales, segundo capítulo tras el algodón en rama. Los 
principales socios comerciales británicos eran Estados Unidos, proveedor de 
algodón en bruto, y la India, que había cambiado notablemente su perfil en el 
comercio internacional, pasando de exportar manufacturas a vender materias 
primas, como opio o algodón en rama, e importar manufacturas de algodón, 
principalmente británicas. 
 
Tabla 7.10 Balanza de pagos corriente de Gran Bretaña (1816-1870) 
 
 
Balanza 
comercial 
emigrantes, 
turistas, 
gobierno 
transportes 
marítimos 
Beneficios, 
intereses, 
dividendos 
Seguros 
,intermediación, 
comisiones 
saldo 
neto 
 total 
1816-1820 -11 -3 10 8 3 7 
1826-1830 -14 -3 8,5 9,5 2 3 
1836-1840 -23 -4 11 15 4 3 
1846-1850 -25 -6 14 18 4 5 
1856-1860 -33,5 -8 26 33,5 8 26 
1866-1870 -65 -9 45 57 13 41 
Medias anuales en millones de libras. Fuente: M. Beaud (1990:145). 
 
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43 
El saldo comercial británico fue deficitario durante todo el siglo XIX. 
Sin embargo, la balanza de pagos (que engloba no sólo las mercancías, sino 
los capítulos del transporte, intermediación y movimientos de capital) era 
excedentaria, pues el saldo comercial negativo se compensaba con otros 
capítulos, como los beneficios derivados del transporte marítimo o los 
beneficios de las inversiones en el exterior (tabla 7.10) El dominio del 
transporte marítimo quedaba de manifiesto en la capacidad de carga de su 
marina mercante, que durante la segunda mitad del siglo XIX alcanzaba casi la 
tercera parte del total mundial (tabla 7.11). 
 
Tabla 7.11 Carga útil de la marina mercante británica y el resto del 
mundo,1820-1913. Millares de Tm 
 
 Gran Bretaña Resto del mundo 
 
Marina a 
vela 
Marina a 
vapor 
Carga útil 
total Marina a vela 
Marina a 
vapor 
Carga útil 
total 
1820 2.436 3 2.448 5.800 20 5.880 
1850 3.397 168 4.069 11.400 800 14.600 
1900 2.096 7208 30.928 6.500 22.400 96.100 
1913 843 11273 45.935 4.200 41.700 171.000 
Fuente: A. Maddison (2002:95) 
 
Sin embargo, las tesis librecambistas fueron discutidas por partidarios 
de la protección a la industria naciente, que veían en los peligros de la 
superioridad tecnológica británica una ventaja decisiva para el crecimiento 
industrial. En Estados Unidos, Alexander Hamilton tuvo un papel muy 
influyente en el diseño de una política comercial proteccionista que dominó las 
relaciones exteriores durante prácticamente todo el siglo XIX, convirtiendo a 
Estados Unidos en uno de los países más proteccionistas del mundo. Sus 
escritos, especialmente Report on Manufactures (1791), influyeron en otros 
autores, como el alemán Friedrich List, que en su Sistema Nacional de 
Economía Política (1841), elaboró la teoría de la defensa de la industria 
naciente como paso previo al desarrollo, uno de cuyos elementos básicos era 
la protección contra la competencia extranjera. Los partidarios del 
proteccionismo de la industria naciente argumentaban que el librecambismo 
beneficiaba a los países con una industrialización ya madura, pero que habían 
utilizado herramientas proteccionistas en el proceso previo, algo que intentaban 
impedir a los nuevos países engancharse al proceso de industrialización. La 
especialización según unas hipotéticas ventajas comparativas podía significar 
para muchos países la vía hacia un subdesarrollo permanente. El debate no ha 
concluido desde entonces y marca las discusiones sobre el modelo a seguir 
por los países en desarrollo (la tesis de retirar la escalera, Chang 2004). 
 
7. 5 El mundo tras la industrialización 
 
A comienzos del siglo XX sólo un puñado de países, la mayor parte en 
Europa, había logrado elevados índices de industrialización, lo que suponía 
una transformación estructural de sus economías y una sensible elevación de 
la renta per cápita. La difusión de la industrialización alteró los equilibrios 
económicos en el mundo, abriendo la brecha de Europa con Asia, que 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
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44 
hasta entonces había dominado la producción industrial. En 1860, Europa 
supera la mitad del producto industrial total (gráfico 7.5); su población más que 
se duplica entre 1800 y 1900, y pasa de representar algo más de un quinto de 
la población mundial a superar una cuarta parte, y eso sin tener en cuenta los 
emigrantes europeos que desembarcaron en otros continentes. Mientras tanto, 
Asia y África redujeron su peso demográfico y económico. La industrialización 
consolidó el poder económico europeo y afirmó su influencia en todos los 
continentes. También afirmó el poder y la ideología de la expansión del 
mercado como motor del crecimiento por todo el mundo. No resulta extraño 
que en 1860 las naciones con un alto índice de industrialización, incluyendo a 
los Estados Unidos, fueran capaces de imponer sus condiciones a China y 
Japón con la firma de tratados desiguales para abrir el comercio a los países 
occidentales. Mientras que China se quedó a merced de las condiciones 
impuestas por los extranjeros, Japón inició una vía de modernización para 
contrarrestar el poder occidental, logrando altos índices de crecimiento a fines 
del siglo XIX, hasta convertirse en el primer país industrializado en Asia. 
 
Gráfico 7.5. Participación en el producto industrial mundial (1750-1900) 
 
 
Fuente: Marks (2007: 181) 
 
Fuera de Europa, sólo Estados Unidos y Japón, por caminos bien 
diferentes,conocieron esas transformaciones. Hacia el último cuarto del 
siglo XIX, el desarrollo de la segunda revolución industrial permitirá el rápido 
crecimiento de Alemania y Francia, y aún con más vigor el de los Estados 
Unidos. Los países más atrasados de Europa inician el proceso con diferentes 
velocidades, según el grado de preparación o la aptitud de las instituciones 
para adoptar los cambios. Mientras que en el norte de Europa se aprovecha el 
tirón de la demanda para iniciar vías de modernización, en el Este y el Sur los 
procesos serán más lentos y desiguales. Rusia, a pesar de sus avances, 
todavía en 1914 es un gran país con un pesado lastre agrario. La superioridad 
económica que confiere el desarrollo industrial pone el resto del mundo a 
Historia económica UNED 
 
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45 
merced de los intereses de las naciones más adelantadas, que exigen materias 
primas y acceso a los mercados para obtenerlas y vender sus productos. Los 
capitales circulan desde el centro a la periferia para fundar empresas y redes 
de transporte que permiten una mayor integración. A mediados del siglo XIX se 
firman acuerdos para facilitar la expansión del comercio internacional, o se 
imponen a las naciones que se niegan, caso de China o Japón. 
La industrialización ya afecta a todo el mundo, sea como partícipe, 
como aspirante, como afectado o como víctima. 
 
5. Resumen 
En estas páginas se ha tratado de: 
a) Presentar el concepto y las grandes etapas de la industrialización en el siglo XIX. 
b) Subrayar los factores comunes en los procesos de industrialización, especialmente en el 
papel de la agricultura, el Estado y las instituciones y las influencias exteriores. 
c) Mostrar los hechos y rasgos principales de distintos procesos de industrialización, tanto 
en Europa como fuera de ella. 
d) Exponer los principales indicadores cuantitativos del progreso o atraso en la 
industrialización. 
e) Buscar elementos comunes en los distintos procesos que permitan establecer unas 
pautas o modelos diferenciados de industrialización. 
f) Introducir razonamientos económicos sobre la escasez y abundancia relativa de 
determinados factores de producción a la hora de explicar algunas de estas pautas. 
g) Discutir las ventajas e inconvenientes que los países rezagados tenían frente a los 
pioneros en la industrialización. 
h) Ofrecer un marco de evoluciones nacionales que permita entender el gran cambio de los 
mercados mundiales a partir de 1870. 
i) Explicar la fase librecambista que se extiende desde Gran Bretaña a mediados del siglo 
XIX. 
 
J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría 
 
 
 UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA 
 
46 
6. Conceptos básicos 
 
Zollverein Código Civil 
Cártel Société Genérale 
Librecambio dualismo 
Relación real de intercambio mir 
Banca de negocios aparcería. 
trust Zaibatsu. 
Balanza de pagos Proteccionismo. 
 
 
 
7. Referencias 
 
BEASLEY, W.G. (1990): Historia contemporánea de Japón, Madrid, Alianza. 
BEREND, Ivan, T. y RANKI, G. (1988), “Una industrialización sin revolución 
industrial. La periferia europea en el siglo XIX”. En VV.AA. La Revolución 
industrial, Barcelona, Crítica. 
CHANG, Ha-Joon (2004): Retirar la escalera. La estrategia del desarrollo en 
perspectiva histórica, Madrid, La Catarata-Universidad Complutense. 
COMÍN, Francisco; HERNÁNDEZ, Mauro; LLOPIS, Enrique (eds.) (2002): 
Historia económica de España, Barcelona, Crítica. 
DI VITTORIO, Antonio, coord. (2003): Historia económica de Europa. Siglos 
XV-XX, Barcelona, Crítica. 
ESCUDERO, Antonio (2005): “La Revolución Industrial en Gran Bretaña (1760-
1840)”, en COMIN, F., HERNÁNDEZ, M. y LLOPIS, E. eds. (2005): 
Historia económica mundial. Siglos X-XX, Barcelona, Crítica, 155-197. 
FELIU, Gaspar y SUDRIÀ, Carles (2007): Introducción a la historia económica 
mundial, Valencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia. 
GERSCHENKRON, Alexander (1973): Atraso económico e industrialización. 
Barcelona, Ariel. 
MADDISON, Angus (2002), La economía mundial. Una perspectiva milenaria, 
Madrid, Ediciones Mundiprensa. 
NADAL, Jordi (1973), El fracaso de la revolución industrial en España, 
Barcelona, Ariel. 
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Siglo XXI. 
POLLARD, Sidney (1991): La conquista pacífica. La industrialización de 
Europa, 1760-1970, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza. 
POUNDS, N. J. G. (2000): Geografía histórica de Europa, Barcelona, Crítica. 
 
 
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